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jueves, 24 de abril de 2014

Sobre linchamientos

I
La Ley de Linch - Jorge Oscar Marticorena

El respeto por la vida de los otros tiene, en las culturas que se reconocen como de origen bíblico, la fuerza de ser uno de los diez mandamientos básicos impuestos por Dios a su pueblo elegido. 
Y se expresa así: “No matarás”.
No dice “no matarás, salvo en el caso de… “
Todos sabemos que este código, lo mismo que tantos otros, ha sido trasgredido permanentemente, tanto por quienes no reconocían orígenes bíblicos en su cultura, como por los que sí, y que inclusive mataban en defensa de esta fe. Aparte de las cruzadas, las guerras de religión europeas, las dos guerras mundiales y las demás guerras que siguen, está el hecho de que sigue existiendo entre los pueblos de la Biblia una violencia a menor escala que sigue aumentando la dimensión de la masacre.
Aquí hemos tenido, hace pocos días, varios episodios de linchamiento en las calles de ciudades importantes, que se manifestaron como brotes de violencia ominosos e inesperados. Los medios de comunicación se han ocupado intensamente del tema, y es interesante observar que quienes están adoptando discursos más duros respecto de los peligros del supuestamente alto nivel de inseguridad que padece la Argentina, son los que adoptan actitudes menos críticas frente a estos hechos, como si agregaran a las soluciones duras que ya están proponiendo, la mucho más drástica del linchamiento, que reemplazaría la minuciosidad del proceso legal, centrado tanto en la custodia de las garantías de la víctima como en las del victimario.
En un linchamiento todo se simplifica. Hay un supuesto culpable y una multitud que lo juzga y está dispuesta a sacrificarlo. El supuesto culpable suele definirse como tal por sus características perceptibles, diferentes a las de quienes lo acusan: color de piel, manera de hablar, manera de vestir.
Ser identificado como perteneciente a una minoría diferente puede constituir un factor de riesgo. Hablar con acento extranjero, ser más pobre o más rico que la gente que lo rodea, tener un color de piel diferente, ser de otras creencias, en ciertas circunstancias puede significar haber ya ha perdido una parte importante de la presunción de inocencia, y correr serio riesgo de ser victimizado.
Todo esto acaba de suceder aquí, entre nosotros.
Y no es la primera vez que sucede.
Hay mucha gente que, trasladada a una sociedad inadecuada en un momento poco favorable, ha conocido esta horrible experiencia de ser culpable a priori. En otras palabras, es muy difícil defenderse del prejuicio.
Porque de eso se trata.
Los prejuicios son juicios aceptados sin justificación ni prueba, sólo porque les resultan convenientes a quienes los emiten.
Hoy, en nuestro país, los medios opositores al gobierno sostienen que hay una crisis de inseguridad a la cual el gobierno no sabe, no quiere o no puede dar solución. Las estadísticas serias indican que la Argentina es un país mucho más seguro que una buena parte de los demás de América Latina y el Caribe.
Episodios de linchamiento como los que acaban de suceder no se producían en Argentina hace mucho tiempo. Sin embargo, la insistencia de la prensa, opositora o meramente comercial, ha creado en la población influenciada por esos medios la idea de que la calle es un lugar particularmente peligroso, y de que hay que estar preparado para defenderse.
Se ha ido generando así un pensamiento neurótico que se puede realimentar hasta que se generen estas explosiones de violencia, que dan salida a variados conjuntos de prejuicios, frustraciones, temores y fantasías.
Todo esto, en las condiciones políticas de esta campaña electoral que se inicia, puede ser aprovechado por las fuerzas de la oposición para confirmar sus diagnósticos acerca de la supuesta inseguridad pública.
                     

II
Otras visiones, María Teresa Causa
Disiento con algunas afirmaciones del texto de Jorge.  Sobre todo con la aseveración: estos episodios no se producían en Argentina... 
Por el contrario, recuerdo -más de un caso en estos años- que en barrios (marginales tal vez)
grupos de vecinos han atentado contra algún sujeto (vecino del barrio) por considerarlo autor de un delito grave, a veces un homicidio. Han llegado a quemarle el auto o la casa, maltratar a la familia hasta expulsarla del barrio; sin considerar que, eventualmente, el individuo en cuestión estaba ya detenido en la comisaría.  
Un ejemplo en esta ciudad.  Lo tomo porque ocurrió hace poco,  no por ser algo extraordinario; ni siquiera mereció los titulares del día.
(...) lunes a la medianoche, luego de que una joven denunciara el robo de una moto en el barrio Omega. Minutos más tarde, personal policial debió intervenir en un intento de golpiza contra el individuo que sustrajo el rodado. El comisario Luis Neguimán detalló a ANB, que aproximadamente 20 minutos más tarde fueron alertados por un disturbio que involucró a varias personas en calle Quaglia y Hermite. Ante esta situación, un móvil policial llegó a ese lugar y constató que un joven de 22 años fue “arrestado” por un grupo de alrededor de 15 personas, quienes intentaban golpearlo por el robo cometido.

Estos también son casos de justicia por mano propia eufemismo para nombrar a los que, según la tipificación legal, son en realidad intentos de homicidio.
Entonces aquí hay muchas cosas mezcladas.  Hechos de "linchamiento, o intento de linchamiento" existen a lo largo y a lo ancho del país, pero no todos merecen la misma atención de parte de la prensa hegemónica.  No es fácil sacar una única conclusión.  Nos preguntamos  ¿será un cuestión de clases sociales? 
Bueno, el episodio del asesinato del joven en Rosario que (supuestamente) había robado una cartera ocurrió -dice la crónica periodística- en un barrio humilde. Luego ocurrieron acciones similares, felizmente detenidas a tiempo, en zonas más acomodadas como Palermo y en otros puntos del conurbano bonaerense. Estos hechos -Rosario, Palermo, conurbano- sí fueron tomados por los medios de comunicación oligopólicos y mostrados de manera tal que el gobierno nacional es declarado responsable por su falta de acciones en pro de una mayor seguridad.  Es como si todo hubiera sido un montaje -una conspiración-  para llegar a esta conclusión.  

Llegado a este punto, me parece aplicable a esta serie de acontecimientos algo que dijo Zaffaroni en su conferencia "Genocidio y Pena" (ver columna del 8 de abril en este blog).

 "(...)  yo no sé si a veces no creo en conspiraciones. Cada vez que soy más viejo creo menos en conspiraciones. Pero cada vez creo más en funcionalidades. No creo que haya alguien con una máquina armando las cosas; pero las cosas van surgiendo y cuando son funcionales se las deja andar. Entonces no sé exactamente si podemos hablar de crimen organizado o de organización del crimen. Lo que resulta funcional, resulta funcional para inspirar miedo y para manipular el miedo. Donde no existe se lo inventa o se lo magnifica. Donde existe se lo muestra como la fuente del miedo (...)"

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