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jueves, 17 de febrero de 2011

El Espíritu Crítico - Contribución Jorge Oscar Marticorena

Uno de mis hijos tenía en el baño de su casa un cartel pegado del lado de adentro de la puerta. Te sentabas y leías eso.

Decía “No le crea a nadie, salga a caminar”

Nuca se lo he comentado, y quiero hacerlo ahora. Para él y para todos los que lean esto.

Fernando: eso es la misma esencia del espíritu crítico.

No creerse nada sin salir a mirar, a sentir, a experimentar la realidad.
Como todavía no lo he citado a Jauretche en las cosas que vengo escribiendo, aprovecho.

El manual de zonceras argentinas es un intento de abrirle la cabeza a la gente, para que vea el pescado podrido que intentan venderle los que dicen que saben, los que se presentan como pensadores serios y objetivos, los que dicen que los quieren cuidar para que no se equivoquen. Los que, en realidad, se preocupan desde siempre por cuidar los intereses de esos que, desde hace dos siglos, vienen haciendo todo lo posible por aprovecharse de la gente y del país.

Ojo, no hay que confundir a los corderos con los lobos que se disfrazan de tales. Pero para eso hay que salir a caminar. O sea, hay que tener espíritu crítico. ¿Y cómo se hace para lograr el espíritu crítico? En otras palabras, que me gustan más, ¿cómo se hace para tener un pensamiento independiente?

En principio la receta es fácil. Hay que ser curioso. Hay que ser desconfiado. Hay que preguntar cómo y porqué. E insistir en las preguntas. Jauretche también decía que si pedís que te expliquen algo, y no lo entendés, quiere decir que te están macaneando. Y yo agregaría: o que el que te responde no sabe.

El problema es que, para entender muchas de las cosas que uno desearía preguntar, hace falta tener información previa, sino es muy difícil. Por eso, si el señor que habla como experto no proporciona esa información, o la da de una manera tal que es difícil o imposible entenderla, lo mejor es no creerle y, si se tiene suficiente interés en adentrase en el tema, buscar alguien que lo explique bien.

Doy un ejemplo a nivel personal. Hace poco tiempo, en una reunión, alguien soltó la frase apocalíptica:
- El lago Nahuel Huapi está contaminado.
Todos los barilochenses sabemos lo que implica una frase así. Como yo sobre este tema tengo algunas nociones, le pregunté si todo el lago está contaminado. Me dijo que sí. Y como las afirmaciones vagas, generales y rotundas me molestan, volví a preguntar.
-¿Hasta la costa oeste?

Y no me contestaron nada. Cambiaron de tema.

Hagan la prueba con este método. Se van a divertir.
Pero no es, en realidad, un tema divertido. Es una falla muy seria de nuestros métodos educativos. Por lo menos de los que me aplicaron a mí. La mayoría de los maestros, profesores e instructores que me tocaron a mí, mis hermanos y mis hijos nos tiraban la información en el formato de las verdades absolutas, predigeridas e inobjetables. En todos los temas, y más de una vez también en la universidad y hablando de ciencia. Como si Descartes, Galileo, Giordano Bruno, Newton y tantos más no hubieran existido.
La mayor parte de nosotros hemos sido educados en la veneración de la palabra escrita, sobre todo si viene en un libro. Y esta veneración muchos la hemos trasladado a la televisión y, según quienes y qué temas, a lo que llega por Internet.

Lo que me preocupa es que el libro te da todo el tiempo que quieras para pensar. La TV no, y el ciberespacio más o menos.

Esta necesidad de practicar la disciplina del pensamiento independiente es una de las razones por las que hemos armado el Espacio Carta Abierta Bariloche.


Jorge Oscar Marticorena