Una contribución de Luis Conde
Luego del cruce de los Andes San Martín se va del país tras haber renunciado al poder en Perú porque Bernardino Rivadavia y sus adeptos lo perseguían por haber desobedecido la orden de reprimir a los caudillos en 1820 con su Ejército de Los Andes. Después vuelve en diciembre de 1828 llamado por Manuel Dorrego para ponerse al frente del ejército en la campaña contra Brasil pero llega tarde porque Juan Lavalle ya había fusilado a Dorrego. Esto enfureció a San Martín y no quiso desembarcar en Buenos Aires.
En reconocimiento a la lucha contra los invasores anglo franceses en la Batalla de la Vuelta de Obligado de 1845, San Martín le dejó el sable a Juan Manuel de Rosas, cosa que los historiadores liberales suelen omitir. Sucede que San Martín no encaja en el proyecto unitario-oligárquico que gobernó al país por varias razones: su desobediencia antes mencionada en 1820, su adhesión al proyecto de Simón Bolívar de la patria grande y sobre todo era un hombre honesto al que no le interesaba estar al frente de ningún poder político. La conducta moral de este hombre con su ascetismo y humildad pero de una gran firmeza no congeniaba con nuestros supuestos "patriotas".
Las sucesivas dictaduras cívico militares intentaron apropiarse de la figura de San Martín, cometiendo atrocidades en su nombre sin respetar la dignidad y libertad de los ciudadanos de a pie. Sin embargo, en oposición a los cipayos de ayer y de hoy, San Martín representa al proyecto grande de la independencia y libertad de Nuestra América.
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Aún cuando se la trasladó de Salta, todavía no está en su domicilio habitual...
LIBEREN A MILAGRO
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