Como ex alumna del Instituto Balseiro les agradezco haber venido a acompañarnos en este homenaje a nuestros compañeros víctimas del terrorismo de estado
Antonio Gentile, se sabe que desapareció buscando a un familiar pero no se conocen las circunstancias que rodearon a su secuestro.
Susana Grynberg, estando embarazada de 3 meses es secuestrada en la calle, en la ciudad de Buenos Aires
Eduardo Pasquini fue secuestrado en su casa, en Rosario, junto a su esposa
Ninguno de estos 3 compañeros fue visto en ningún Centro Clandestino de Detención.
Por último, Manuel Tarchitzky, secuestrado en la casa de un tío, muere acribillado 45 días después junto a otras 3 personas, entre ellas su amiga y compañera de militancia Zulma Matzkin. Los juicios en curso en Bahía Blanca ya han establecido que Tarcho pasó por el centro de detención conocido como “La Escuelita”.
También quiero honrar aquí a los ex-alumnos del Instituto Balseiro, Elena Sevilla y Máximo Victoria. Por sus ideas, ellos fueron encarcelados por largo tiempo y allí maltratados, humillados, sometidos y por último obligados a abandonar el país, sus vidas y sus familias. Ellos sobrevivieron al terrorismo de estado y han dado y dan su testimonio sobre lo que pasó. Por esta condición ambos, Elena y Máximo, deberían haber presidido esta reunión; es una pena que no estén hoy aquí.
A Antonio Gentile yo no lo conocí, ya había egresado cuando yo llegué. Conocí muy bien a Eduardo y a su esposa Liliana. Cuidé muchas veces a Gabriela-bebé, diría que era su “niñera principal”. Los vi por última vez en Rosario, en 1967. Gabriela nos contará sobre ellos y veremos un documental con testimonios que intentan “derrotar al olvido”.
En esta charla, por mi parte, trataré de trasmitirles mis impresiones de lo que fue el Centro Atómico en los primeros años de la década del 70; trataré de trasmitirles el clima de época. Y ubicaré en ese tiempo y lugar a dos de sus protagonistas: Manuel Tarchitzky (o Manolo o Tarcho) y Susana Grynberg (o Susanita). Ese momento coincide con mi regreso luego de pasar un tiempo trabajando en Francia. Me encontré con un grupo de estudiantes inquietos, contestatarios; todo podía y sobre todo debía ser discutido; no hacía falta ser “políticamente correcto” porque ¿qué era lo correcto?
El Centro Atómico era muchísimo más chico (por ahí puse una foto): las 14 viviendas al entrar, unos 10 pabellones para viviendas, laboratorios, servicios, eso es todo. No estaban los monoblocks, ni el reactor, ni el edificio de la biblioteca, ni el de Materiales, ni la guardería... No había televisión y la telefonía era prácticamente inexistente salvo en el casco urbano; para las comunicaciones usábamos la radio. Había pocos autos en la ruta, el transporte urbano era malísimo... Pasábamos mucho tiempo dentro de este predio. Mucho de nuestro tiempo libre lo usábamos discutiendo sobre la realidad del país, escuchando radio, haciendo circular la información que podíamos conseguir (sorteando la censura del gobierno militar de turno). Nos interesaba Chile y su propuesta innovadora de construcción del socialismo por un gobierno que había emergido de las urnas.
Queríamos saber más, nos juntábamos para leer. Llegamos a tener muy buenos niveles de organización y de entendimiento. Entre los hechos que generamos está la realización de la serie de Seminarios sobre Economía Política. Debo decir que estos primeros años de la década del 70 eran años de efervescencia y transformación que se manifestaba en distintos lugares del país. En el departamento de economía de la Universidad Nacional del Sur en Bahía Blanca, un grupo de investigadores jóvenes dedicados a economía y a otras ramas de las ciencias sociales impulsaban un nuevo plan de estudio que significaba un cambio fundamental en la enseñanza de la economía, nunca visto antes en el país. Estos profesores se empeñaron en enseñar economía destacando la existencia de una diversidad de escuelas o enfoques de los problemas económicos. Zulma Matzkin estudiante destacada de esta universidad y amiga de Tarcho nos propuso la idea de los seminarios y encaramos la tarea sorteando mil dificultades. Fue un éxito, un acontecimiento para la ciudad.
El choque (metodológico) entre Físicos y Economistas fue impresionante. Recuerdo especialmente las interminables y apasionadas discusiones de café entre el economista Alberto Federico y nuestro Jorge Agudín, cada uno con su libreto; las bases de las disciplinas estaban en juego; con el debido respeto, uno se imaginaba el diálogo entre Marx y Einstein o Bohr.
Las charlas nos iluminaban sobre maneras diversas de contar la historia social de nuestro país y nos presentaban, desde diferentes perspectivas, un análisis de las políticas económicas implementadas en distintas épocas; también se discutían diferentes ideas sobre cómo encarar los nuevos desafíos político-económicos del momento.
Lo que se logró fue tan bueno que lo extendimos a un segundo año, agregando a los disertantes académicos, otros con un perfil más político. En el segundo año llevamos las charlas al pueblo, al recientemente creado Centro Regional de la Universidad del Comahue. Uno de nuestros expositores más famosos, el cura Carlos Mugica, tuvo que repetir su charla al día siguiente en un salón más amplio.
Pensemos que este aporte a la cultura política de la zona fue generado desde aquí, por los atómicos, como muchos nos decían.
Recuerdo otro episodio: luego de la caída de Allende un grupo numeroso de universitarios argentinos de la Universidad de Concepción fue obligado a dejar el país; venían por tierra hacia el sur, en dos micros. Desde la Asociación de Física (en Buenos Aires) usando comunicación por radio, nos piden que los recibamos, los ayudemos en la frontera y los alojemos; ya ellos iban a implementar su traslado posterior. Nos organizamos. Recuerdo que del comité “de crisis” participaron también el administrador de la Fundación Bariloche y Pancho de Haro, del CRUB. Por un lado, médicos y abogados del pueblo fueron movilizados a la frontera para solucionar posibles problemas de salud y dificultades en las aduanas. Por otro lado, a nuestro requerimiento, prácticamente todos los habitantes del predio del Centro Atómico ayudaron albergando (en casas y pabellones) a familias enteras algunas con niños pequeños; guardando las distancias, era como un campo de refugiados... Debíamos estar movilizados para contener a la gente mientras esperábamos con ansiedad la noticia del traslado a Buenos Aires, que no llegaba. Una expresión fantástica de solidaridad.
Hay que decir que el grupo estaba todo el tiempo generando actividades, movilizando y discutiendo. Así es que paulatinamente desde mediados o fines del 71, fue surgiendo el interés por la militancia activa y algunos recalamos en el peronismo de izquierda. Allí estaban ellos, Manolo y Susana. Conocimos la ciudad, conocimos los barrios y sus habitantes. Se establecieron programas avanzados para la alfabetización de adultos; todos leíamos a Franz Fanon. Conocimos del trabajo del recién creado grupo de Agentes Sanitarios, que pasaban casa por casa controlando la salud de la población. Estas y otras acciones eran implementadas dentro del Nuevo Plan de Salud para la provincia de Río Negro que yo resumiría en dos frases: “salud para todos” y “la misma salud para todos”. Aprendimos mucho internándonos en el “territorio”. Conocimos y nos conocieron.
Luego de la muerte de Perón, en 1974, vimos el avance sin límites de la "Triple A". Leíamos en los diarios cómo muchos dirigentes políticos y sindicales eran asesinados. El Centro Atómico parecía preservado de estas contingencias; como lo habían hecho siempre desde su creación, los gendarmes custodiaban el predio pero no ocurría nada anormal. Sin embargo, una noche de verano, nos sorprenden por la ventana abierta los gritos de gendarmes llegando en grupos con ropa de combate, portando cascos. Apuntando con armas largas y golpeando las persianas nos obligan a cerrar ventanas y apagar luces. La iluminación exterior estaba apagada; una estudiante volvía de controlar su experimento en el laboratorio; los gendarmes la increpan y la llevan apuntándole con un arma hasta el pabellón. Al día siguiente todo volvió a la “normalidad” ¿Un ensayo general? Ensayo para qué, para cuándo, nos preguntábamos...
Las cosas empezaban a ser distintas también en nuestro pueblo. Supimos que habían puesto bombas en los domicilios de médicos comprometidos con el Plan de Salud. En la misma ocasión también redujeron a escombros la casa que un legislador peronista estaba terminando de construir. Se dijo que eran “expertos” que llegaron de afuera y que el “sobrante” de explosivos lo detonaron en la estepa cuando se iban...
Durante 1975, el grupo comenzó a dispersarse. A Susanita la vi por última vez en febrero del 76; vino de visita a Bariloche y se acercó a conocer a nuestra hija recién nacida. Estaba como siempre: mirada escrutadora, conservando su personalidad dinámica y discutidora. A Tarcho lo había visto antes, en el 75, vino a ver la casa que estábamos construyendo, trayendo una bolsa de castañas que pretendió asar... pero no tuvo éxito.
Y, de ahí en adelante... ya sabemos, la conformación de bandas de sicópatas para actuar a las órdenes del más imponente aparato cívico-militar que se haya visto y así someter a la población. Esto de provocar miedo y codicia a la vez... despierta en muchas personas, en apariencia “normales”, lo peor, lo más oscuro...
Estas últimas semanas hemos recibido muchísimos mensajes, muchos recuerdan las cosas que les estoy contando, ha sido un trabajo intenso cargado de emoción y responsabilidad. Hemos armado varios paneles incorporando las contribuciones recibidas. Hasta hoy siguen llegando adhesiones y palabras de admiración hacia estos compañeros.
Hace unos años mi hija, en relación con su trabajo de antropóloga, me contaba lo que pensaba de las generaciones; en un momento me dice “porque ustedes los setentistas...” y yo la paré en seco: le digo “yo no soy de los setenta, yo soy de los sesenta... porque mi tiempo no fue el de la derrota fue el de la esperanza”. Después de estas semanas de reencuentro con esos viejos tiempos... creo que debo reconsiderar esa postura.
Muchas gracias por haberme escuchado.
María Teresa Causa
Bariloche, 23 de marzo de 2012
A través de Anamari Pérez Aguirre, que le hizo llegar estas palabras, recibí hoy un mensaje de Raimundo Guthmann (Raym), quien fue un compañero de militancia en los 70's y un médico comprometido con el plan de salud provincial
" me parece muy bueno, una buena descripción de lo que fué aquella época. Cuando la veas contale y mandale muchos saludos. Hicieron falta 35 años para que semejante discurso pueda ser leído en el Centro Atómico sin despertar una tormenta, la Historia a veces camina despacito"
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