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lunes, 23 de abril de 2012

La desconfianza


¿Por qué hubo un cuarenta y pico por ciento de los electores argentinos que no la votaron a Cristina? ¿Por qué habrán actuado así?

Pienso que por muchos motivos. Algunos esperables. Sabíamos, intuíamos que algunos de esos electores jamás votaron ni votarán a un candidato peronista. Desde un punto de vista político, los peronistas sabemos (supongo) que intentar lograr de ellos un cambio de opinión es perder el tiempo. Esta no es una actitud despectiva. Se trata solo de reconocer un hecho y economizar tiempo y esfuerzos.

Otro grupo de los electores no peronistas ha votado, en otras circunstancias y momentos, por candidatos peronistas. No tomo como ejemplo de estas decisiones a la elección ganada por Perón a su regreso a la Argentina. Las circunstancias eran tan extremas que una mayoría excepcional decidió que lo único que se podía hacer era votarlo a Perón. Y me atrevería a decir que la mayoría de quienes lo votaron, lo hicieron con esperanza. No todos con la misma esperanza, pero sí con una esperanza, con una cierta confianza en que él iba a arreglar las cosas. Cosas que no para todos eran las mismas, pero todos tenían en su mente cosas que esperaban que Perón arreglara.

Las dos elecciones ganadas por Menem fueron diferentes. En la primera, la desilusión respecto del gobierno de Alfonsín facilitó el triunfo, y los juegos mágicos de la convertibilidad permitieron llegar al final de los 6 años. Tanto fue así que de la Rúa no se cansó de asegurar que la convertibilidad no la iba a tocar, y de ese modo logró que hasta algunos peronistas lo votaran. Cuántos no lo sé, pero que los hubo, los hubo.

Después vino el 2001. El tren de la historia descarriló muy mal y pasó todo lo que recordamos y aún comentamos, debatimos y, en la medida de nuestras fuerzas, conocimientos e ignorancias, tratamos de explicar. Como mis fuerzas y conocimientos son pocos y mis ignorancias muchas, voy a ocuparme aquí solo de un sentimiento que desde hace tiempo forma parte de las costumbres de los argentinos pero que, me parece, está en proceso de crecimiento. O, para decirlo en palabras fáciles, empieza a ser una moda.

Hablo de la desconfianza. Y la clasifico como sentimiento, porque el desconfiado no confía, no cree, primero rechaza y después justifica su rechazo. La confianza depende del amor. Primero se ama y luego se confía. Primero se cree o no se cree. Después se ama o no se ama. Lo demás son juegos intelectuales que vienen a continuación de los sentimientos. Otra cosa es el análisis desapasionado, desprejuiciado, un ejercicio intelectual que puede terminar en apoyo o rechazo, y luego en amor o en odio.

No es fácil ese análisis, porque todos tenemos nuestros sentimientos y, aún los más cerebrales, ideas que les apasionan y que vienen de territorios de la mente difíciles de explorar y cartografiar.

Y por el lado del sentimiento se cuelan muchos pensamientos. Así es como se aceptan o rechazan modelos sociales, imágenes propias y ajenas, formas de comportamiento.

Por ejemplo, según los lugares, los grupos, los sectores, ser un entusiasta propulsor de una idea puede proyectar una imagen de credulidad poco inteligente, mientras que el que proclama “a mí no me la van a contar, son todos iguales, todos mienten” puede llamar la atención como un crítico experimentado. Y más allá de la respuesta social que se obtenga, según como sea la historia personal de cada uno, puede suceder que un apoyo muy firme a una posición o un línea argumental lleve al protagonista a sentimientos de inseguridad que no aparecen cuando se coloca en un nivel que él siente superior, de crítica intransigente que lo pone a salvo de sus inseguridades.

Todo esto, a nivel de las relaciones personales, puede no tener demasiada trascendencia. Cuando se difunde y contamina, o es aprovechado en la polémica política, puede llegar a ser peligroso. Estimular el principio de desconfianza no es difícil. Es muy fácil lanzar a rodar una maledicencia. Lo más efectivo son los comentarios de corrupción, de favoritismo, de protección por intereses políticos. Los chismes sexuales ya están desgastados por los cambios de las costumbres. Delitos mayores se hacen más difíciles de creer. Pero por ejemplo una coima, un favoritismo… nadie está a salvo de una sospecha de este tipo.

¿Por qué puede ser tan dañina esta marea negra de la desconfianza?

Porque la desconfianza desmoviliza. Porque una sociedad desmovilizada se disgrega más fácilmente, y una sociedad disgregada se desorganiza.

Y una sociedad, un pueblo desorganizado es más fácil de dominar.


Jorge Oscar Marticorena







1 comentario:

  1. Carlos Alberto Marasco15 de mayo de 2012, 7:23

    Acuerdo en todo, solo que sigo pensando en que el problema principal es que a la pequeña burguesía que es pendular y solo toma parte por quien ve que va ganando, sean los de arriba o los de abajo, le da un miedo increíble a la movilización popular, esto la vuelve desde todo punto de vista reaccionaria o en su defecto fanática, ambas posturas están más allá de los hechos puramente politicos, simplemente son incapaces de actitudes solidarias y tienen un individualismo casi imposible de creer. Independientemente de esto, hay una parte que no la votó a Cristina porque cree a pie juntillas en el proyecto neoliberal, no planteado como tal sino como lo contrario de un estado "todo poderoso" y hablamos de la oligarquía, ciertas capas de la industria nacional y sus empleados, sobre todo lo que no se agremian.
    En todo caso Crece (con mayúsculas) la adhesión a la presidenta y las politicas planteadas, faltan muchas cosas y otras quizá no estén tan bien hechas como uno desearía, pero no hay ningún otro proyecto que iguale o mejore el que tiene la presidenta y sin dudas (sic) asi lo va viendo la gente...sin temor, hay que acusar recibo de que los medios masivos que están en la contra del gobierno están perdiendo poder y que las luchas internas del peronismo de a poco están siendo ganadas por gente joven y la corrupción ha bajado (nunca desaparecerá de ningún país), hemos recuperado mucho de lo perdido desde el 76' en todo sentido, y en 9 años, a veces hay que ser concientes de la enormidad de lo conseguido....

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