Elecciones provinciales del 14 de junio de 2015
La trayectoria de Weretilneck
El camino al gobierno
publicado hoy en Página 12
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-274931-2015-06-15.html
Por Claudio Scaletta
Desde el regreso de la democracia, la Unión Cívica Radical gobernó la provincia de Río Negro durante 28 años. La experiencia fue primero durante la marea alfonsinista, luego llevando la rosca política y el poder sobre el aparato de Estado a los límites del virtuosismo. A mediados de los ’90, por ejemplo, el peronismo provincial perdió la elección por sólo 500 votos. Fue gracias al trabajo de armado de la nada de una tercera opción peronista, una obra maestra de los operadores radicales que se repetiría en 2003. En el camino, el radicalismo provincial pasó por todos los estadios ideológicos, incluido el K. El influjo kirchnerista fue tan fuerte que en 2007 los dos principales candidatos a la gobernación peleaban su adhesión al oficialismo nacional. Finalmente, Miguel Pichetto obtuvo el 41 por ciento de los votos contra 47 del “radical K” Miguel Saiz. El gobierno nacional había optado por mostrarse prescindente en la disputa privilegiando su proyecto a nivel país. Pocos meses después, la experiencia transversal de Néstor Kirchner llegaría a su cenit. En Río Negro la fórmula CFK-Julio Cobos obtuvo el 57 por ciento de los votos frente a los poco más de 45 puntos conseguidos en el total nacional.
Fue necesario esperar otro turno para que finalmente el peronismo, expresado en el FpV, ganara una elección tras siete gobiernos radicales consecutivos desde el regreso de la democracia. El triunfador, con poco más del 49 por ciento de los votos, fue Carlos “el Gringo” Soria. El candidato radical, César Barbeito, delfín del gobernador saliente, obtuvo el 36 por ciento. Soria fue electo el 25 de septiembre 2011, asumió el 10 de diciembre y fue asesinado por su esposa, Susana Freydoz, la madrugada del 1 de enero de 2012. Sólo alcanzó a gobernar 20 días. En su lugar, tras una disputa interna en la que se barajó llamar a nuevas elecciones, asumió el vicegobernador Alberto Weretilneck, un hombre del Frente Grande, intendente de Cipolletti hasta antes de llegar a la gobernación, que había aportado a último momento los votos de un distrito fuerte, como el Alto Valle Oeste. Su gobierno fue débil desde el primer día. No sólo por las fallidas alianzas con distintos sectores del peronismo, que nunca terminó de digerir que “su” gobierno fuera ejercido por un extrapartidario, sino por su propia falta de proyecto.
En el plano de las definiciones el camino fue siempre zigzagueante. De su adhesión cerrada a CFK, Weretilneck pasó al ma- ssismo hace menos de un año, lo que le valió hasta el abandono de su propio partido, el Frente Grande, que siguió dentro del FpV. Pero, visionario, se despegó rápidamente cuando la estrella del tigrense comenzó a opacarse. Desde entonces, los coqueteos fueron con todos los sectores enfrentados al gobierno nacional, incluido Mauricio Macri, cuya fuerza distribuyó boletas con legisladores PRO, pero con Weretilneck gobernador. En la provincia es un secreto a voces que detrás del gobernador ahora electo trabajaron los monjes negros del viejo radicalismo en retirada. Un aparato entrenado en 28 años de construcción de poder territorial y en políticas clientelares y de alianzas. Weretilneck también puso lo suyo. Su falta de habilidad como gobernante fue ampliamente compensada por su destreza política. Trajinó la provincia de punta a punta en lear jet para estar presente en cada acontecimiento y utilizó con precisión los recursos del Estado, especialmente el excedente aportado en el último tramo de la campaña por la renegociación de contratos petroleros. Sin un referente nacional y sin un discurso político unificador, tuvo la plasticidad de ofrecer en cada rincón de la provincia un set de promesas diferenciadas y a pedido. Y todo ocurrió muy rápido, pues hasta hace apenas dos meses, casi todas las encuestas mostraban ganador al FpV. A pesar de su deslucida gestión, Weretilneck fue capaz de convencer a los rionegrinos de que, en la suma de problemas que afectan a la provincia, incluido el conflicto frutícola que mantuvo sospechosamente cortadas las rutas hasta el pasado viernes, él no tuvo nada que ver. Mirando hacia las PASO nacionales, la dispersión del voto de una fuerza que se reclama provincial es una incógnita.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-274931-2015-06-15.html
Desde el regreso de la democracia, la Unión Cívica Radical gobernó la provincia de Río Negro durante 28 años. La experiencia fue primero durante la marea alfonsinista, luego llevando la rosca política y el poder sobre el aparato de Estado a los límites del virtuosismo. A mediados de los ’90, por ejemplo, el peronismo provincial perdió la elección por sólo 500 votos. Fue gracias al trabajo de armado de la nada de una tercera opción peronista, una obra maestra de los operadores radicales que se repetiría en 2003. En el camino, el radicalismo provincial pasó por todos los estadios ideológicos, incluido el K. El influjo kirchnerista fue tan fuerte que en 2007 los dos principales candidatos a la gobernación peleaban su adhesión al oficialismo nacional. Finalmente, Miguel Pichetto obtuvo el 41 por ciento de los votos contra 47 del “radical K” Miguel Saiz. El gobierno nacional había optado por mostrarse prescindente en la disputa privilegiando su proyecto a nivel país. Pocos meses después, la experiencia transversal de Néstor Kirchner llegaría a su cenit. En Río Negro la fórmula CFK-Julio Cobos obtuvo el 57 por ciento de los votos frente a los poco más de 45 puntos conseguidos en el total nacional.
Fue necesario esperar otro turno para que finalmente el peronismo, expresado en el FpV, ganara una elección tras siete gobiernos radicales consecutivos desde el regreso de la democracia. El triunfador, con poco más del 49 por ciento de los votos, fue Carlos “el Gringo” Soria. El candidato radical, César Barbeito, delfín del gobernador saliente, obtuvo el 36 por ciento. Soria fue electo el 25 de septiembre 2011, asumió el 10 de diciembre y fue asesinado por su esposa, Susana Freydoz, la madrugada del 1 de enero de 2012. Sólo alcanzó a gobernar 20 días. En su lugar, tras una disputa interna en la que se barajó llamar a nuevas elecciones, asumió el vicegobernador Alberto Weretilneck, un hombre del Frente Grande, intendente de Cipolletti hasta antes de llegar a la gobernación, que había aportado a último momento los votos de un distrito fuerte, como el Alto Valle Oeste. Su gobierno fue débil desde el primer día. No sólo por las fallidas alianzas con distintos sectores del peronismo, que nunca terminó de digerir que “su” gobierno fuera ejercido por un extrapartidario, sino por su propia falta de proyecto.
En el plano de las definiciones el camino fue siempre zigzagueante. De su adhesión cerrada a CFK, Weretilneck pasó al ma- ssismo hace menos de un año, lo que le valió hasta el abandono de su propio partido, el Frente Grande, que siguió dentro del FpV. Pero, visionario, se despegó rápidamente cuando la estrella del tigrense comenzó a opacarse. Desde entonces, los coqueteos fueron con todos los sectores enfrentados al gobierno nacional, incluido Mauricio Macri, cuya fuerza distribuyó boletas con legisladores PRO, pero con Weretilneck gobernador. En la provincia es un secreto a voces que detrás del gobernador ahora electo trabajaron los monjes negros del viejo radicalismo en retirada. Un aparato entrenado en 28 años de construcción de poder territorial y en políticas clientelares y de alianzas. Weretilneck también puso lo suyo. Su falta de habilidad como gobernante fue ampliamente compensada por su destreza política. Trajinó la provincia de punta a punta en lear jet para estar presente en cada acontecimiento y utilizó con precisión los recursos del Estado, especialmente el excedente aportado en el último tramo de la campaña por la renegociación de contratos petroleros. Sin un referente nacional y sin un discurso político unificador, tuvo la plasticidad de ofrecer en cada rincón de la provincia un set de promesas diferenciadas y a pedido. Y todo ocurrió muy rápido, pues hasta hace apenas dos meses, casi todas las encuestas mostraban ganador al FpV. A pesar de su deslucida gestión, Weretilneck fue capaz de convencer a los rionegrinos de que, en la suma de problemas que afectan a la provincia, incluido el conflicto frutícola que mantuvo sospechosamente cortadas las rutas hasta el pasado viernes, él no tuvo nada que ver. Mirando hacia las PASO nacionales, la dispersión del voto de una fuerza que se reclama provincial es una incógnita.
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