“Y, sin embargo, no me puedo consolar. Cuarenta años más tarde todavía recuerdo su sonrisa de conejo cuando me dijo adiós en La Moneda aquella noche del 10 de septiembre de 1973.
Al día siguiente, ese martes desbordante de terror en Santiago, muchas cosas cambiaron para siempre.”
Ariel Dorfman
Hoy hace 40, tengo siete años, estoy despertándome como todos los días, para tomar el desayuno con mis hermanos como siempre. El más grande, el chiquito supongo que con mis mismas urgencias de todos los días mamá dame la leche.
Más tarde me estoy yendo a jugar a lo de un nenito, más tarde, el toque de queda con una sirena… no sé si lo estoy inventando o es que el silencio es más espantoso.
La calle, el desierto y los helicópteros que iban a La Moneda a matar.
Circularidad imperturbable y esa habilidad que tiene el tiempo para que de vez en cuando las cosas vuelvan a doler, vuelvan a suceder nosotros temblando pequeños en ese aluvión que es la historia y nuestras pequeñas historias.
Hace 40, estamos entrando a la embajada entre milicos entrenados en el descorazón, nos estamos yendo para siempre de ese Chile querido, de los amigos, de la escuela, los compañeros de banco, de los juguetes que en el apuro quedan abandonados una y otra vez y ya no sé si son los juguetes o yo misma que quedo un poco abandonada de esa casita. Hace 40 años.
Hoy hace 40, tengo siete años, estoy despertándome como todos los días, para tomar el desayuno con mis hermanos como siempre. El más grande, el chiquito supongo que con mis mismas urgencias de todos los días mamá dame la leche.
Más tarde me estoy yendo a jugar a lo de un nenito, más tarde, el toque de queda con una sirena… no sé si lo estoy inventando o es que el silencio es más espantoso.
La calle, el desierto y los helicópteros que iban a La Moneda a matar.
Circularidad imperturbable y esa habilidad que tiene el tiempo para que de vez en cuando las cosas vuelvan a doler, vuelvan a suceder nosotros temblando pequeños en ese aluvión que es la historia y nuestras pequeñas historias.
Hace 40, estamos entrando a la embajada entre milicos entrenados en el descorazón, nos estamos yendo para siempre de ese Chile querido, de los amigos, de la escuela, los compañeros de banco, de los juguetes que en el apuro quedan abandonados una y otra vez y ya no sé si son los juguetes o yo misma que quedo un poco abandonada de esa casita. Hace 40 años.
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“En este predio se asilaron durante varios meses centenares de ciudadanos chilenos y de otros países que fueron víctimas de persecución política a partir del golpe de Estado contra el gobierno democrático de Salvador Allende. Conmemoramos aquellas jornadas reivindicando el compromiso de los pueblos chileno y argentino por la defensa de los valores de la solidaridad, la democracia, la libertad y el respeto por los derechos humanos”
“En este predio se asilaron durante varios meses centenares de ciudadanos chilenos y de otros países que fueron víctimas de persecución política a partir del golpe de Estado contra el gobierno democrático de Salvador Allende. Conmemoramos aquellas jornadas reivindicando el compromiso de los pueblos chileno y argentino por la defensa de los valores de la solidaridad, la democracia, la libertad y el respeto por los derechos humanos”
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-228895-2013-09-13.html
(Agregado al blog el 13 de septiembre / Espacio Carta Abierta Bariloche)
Yo estaba en Buenos Aires.
ResponderEliminarMilitaba.
Militábamos, entusiastas, inexpertos. Me habían hablado de la hipótesis de la GPP, la Guerra Popular Prolongada. Me pareció realista y la apoyé, la Argentina se me había revelado como una sucursal de infierno. Y luego creimos que de algún modo el paraíso estaba ahí nomas.
Fuerza que llegamos!
Y bombardean la Moneda, y mueren Allende y muchos más.
Salimos a las calles, coreamos consignas por Callao, desafiándolos a que se mostraran. Ibamos con mi hijo mayor que, asustado, me preguntó:
-Y si vienen?
No le contesté.
Pensé: ahora nos toca a nosotros.
Y vino. El verdadero infierno
Lo enormemente trascendente de las políticas de Memoria, Verdad y Justicia es que nos han permitido entrelazar nuestras pequeñas e imperceptibles historias, los testimonios del "eso fue" (Roland Barthes) de nuestras fotografías personales en un mosaico significante que conforma un paisaje colectivo. Un sentido social e histórico que nos hace sentir menos solos! Natalia Buch
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