Contribución de nuestra compañera Liliana Lolich
Algunas reflexiones propias y apropiadas de la entrevista que Roberto Caballero, de radio CUT-FM, le hiciera a Horacio González, director de la Biblioteca Nacional, con relación a la novedad difundida por el periodista Nelson Castro, de que nuestra presidenta, la Dra. Cristina Fernández de Kirchner, padecería síndrome de Hubris.
Mientras González la define como “una de las campañas más refinadas contra el gobierno” recordamos que al comienzo de su mandato se afirmaba que no podría gobernar porque tenía trastorno bipolar. Caído ese argumento, se comenzó a adjudicarle “crispación”, intolerancia, junto a otros des-calificativos aun más injuriosos e insultantes y, por ende, irreproducibles, aprovechando con la más despiadada malicia el régimen de absoluta tolerancia instalado por este gobierno al suprimir la condena por injurias y calumnias. ¿Existe algún mandatario a quien los medios hayan castigado más? ¿Cuánto de esto se relaciona con la violencia de género?
Nos encontramos frente a una crueldad nunca vista en años de democracia; una violencia simbólica de alto grado de refinamiento a la que se suman avezados periodistas dedicados a instalar siniestros discursos de terror y de miedo. Pero lo peor no son ellos, son los que les creen, replican, reproducen y multiplican el efecto de sus palabras. El miedo paraliza. ¿Aún alguien puede desconocer su poder como herramienta para desestabilizar gobiernos? ¿Cuántos anuncios apocalípticos formulados desde el inicio de su gestión se cumplieron? ¿Qué les pasa a tantos argentinos que los olvidan prontamente para reemplazarlos por otros nuevos que muy posiblemente tampoco se cumplan?
Injurias, calumnias, falsas denuncias, se reproducen por doquier en las primeras planas de los medios vinculados al poderoso poder económico pero, cuando resultan desmentidas, apenas logramos enterarnos. ¿Con qué finalidad? ¿Para incautar ingenuos? ¿Para ocupar lugares de privilegio en la agenda presidencial y así volver nula la gobernabilidad?
Estamos frente a una campaña que posiblemente no la dirija nadie ¿nadie…? Recordemos la ingerencia extranjera en el derrocamiento de Patrice Lumumba, primer presidente democrático del Congo; Sadam Husein originado en una escandalosa mentira o del líder libio Muamar el Gadafi, cuya política hizo posible que hasta 2011 Libia fuera reconocida como el país con esperanza de vida más alta de África. ¿Quiénes estaban detrás de esas campañas de desprestigio y demonización? En su momento, era difícil reconocerlos, hoy ya son más visibles, como visibles son los que siguen:
¿Defienden la democracia los que dicen defender la democracia?
Un breve repaso a algunos antecedentes nos muestra que algunos poderosos medios de prensa prepararon el terreno, construyendo una opinión pública favorable a los golpes de Estado en tiempos de democracia:
- Hipólito Yrigoyen, primer presidente argentino elegido por sufragio universal (masculino) y secreto. Creó YPF, la primera empresa estatal petrolera del mundo. En 1930 fue derrocado por el primer golpe militar a un gobierno democrático, para el cual el ejército contó con el decidido apoyo de los grandes medios de prensa.
- Juan Domingo Perón, en sus dos primeras presidencias instauró los principios e inició el camino hacia la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Sancionó la única Constitución Nacional votada democráticamente. Amplió el ejercicio democrático al introducir el voto femenino. Fue demonizado por los diarios La Nación y Clarín, cómplices del golpe de Estado de 1955.
- Arturo Illia, a quien la prensa hegemónica apodó “la tortuga” y ahora se lo reconoce por su honradez. Durante su presidencia se destinó el 23 % del presupuesto nacional a educación, hubo un notable crecimiento del PBI y el Producto Externo Industrial, se redujo la deuda externa y se sancionaron las leyes de Salario Mínimo, Vital y Móvil y la Ley de Medicamentos. Esta última y la política petrolera favorable a YPF habrían sido los detonantes de la campaña de desprestigio instalada por la prensa y con la cual se justificó el golpe militar de 1966.
- Salvador Allende, ni bien asumió como Presidente de Chile, fue acusado de senilidad y de padecer el mal de Parkinson, siendo un antecedente de estigmatización como protagonista de una enfermedad. El papel desempeñado por el diario El Mercurio fue clave para facilitar el golpe militar de 1973 que dio lugar a la dictadura más atroz de la historia chilena.
Hoy, los golpes de Estado se reinventaron y ya no es imprescindible contar con un ejército poderoso … ¡Y, para colmo, a nuestra presidenta se le ocurrió ser mujer!
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Actualización 29 de agosto de 2013
Adherimos asimismo a esta publicación de ANB
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