Compañeros:
Estoy leyendo este libro de José Pablo Feinman. He ido encontrando ideas y desarrollos muy interesantes, que me parece útil trasmitirles, para analizarlos y discutirlos a través del blog.
Tratando de reducir un poco la extensión del texto, recorté un párrafo de Feinman en el que utiliza una referencia a una película americana, de William Wyler, para dar más fuerza a sus ideas. Son solo unos 10 renglones. Todo el resto no sufrió ningún cambio.
Espero que les interese.
Jorge Marticorena
Feinman: Peronismo. Filosofía Política de una Persistencia Argentina
Tomo 1, Pags 121 a 128
LOS PAÍSES POBRES NO TIENEN ECONOMÍA,
LA ECONOMÍA LOS TIENE A ELLOS
“Pensemos lo siguiente: así como durante los noventa (con Menem) se produce una subordinación de la política a la economía, Perón (siempre) va a subordinar la economía a la política. Para Perón, la economía solo existe en tanto es orientada por un proyecto político nacional. Si hay política, hay economía. Si no hay política, la que se adueña de todo es la economía. Y como la economía la dominan los países centrales, las metrópolis, son ellos los que se adueñan del país cuando el país carece de un proyecto político que los enfrente. ¿Qué requiere un proyecto político que haga de la economía uno de sus resortes, pero no su fundamento? Requiere un Estado fuerte. Un Estado que no se someta a los arbitrios de las empresas. Si gobiernan las empresas, gobierna el “libre” mercado. El mercado es de los oligopolios. El mercado no distribuye, concentra. Si el poder insiste tanto con la libertad de mercado es porque sabe que ésa es la libertad de las empresas. La palabra “libertad” (salvo en la genial concepción sartreana, en su filosofía que le arrebata ese primordial, fértil concepto a la derecha) es una palabra de la derecha, pero de la derecha económica. La derecha política no concede la “libertad”. Habla de la democracia, pero siempre que ésta ha interferido en sus negocios la ha negado. Hoy esa derecha se enmascara. Pero sabe que sus intereses son los de Estados Unidos. Siempre va a optar, por ejemplo, por el ALCA y no por el Mercosur. Con el ALCA se impone el imperio. Con el Mercosur se unen los países débiles, a los que esa derecha no quiere unidos. El ALCA es el libremercado. Por eso la derecha lo defiende. Si el mercado es libre, es de la derecha. Es del verdadero poder. Ataca, entonces, al Mercosur. El Mercosur implica llevar a primer plano la política: unidad de los países de América latina. Un mercado común latinoamericano. Eso es intervencionismo, para la derecha. Lo es: es la política frenando la voracidad de la economía imperial. Los países de América latina no dominan sus propias economías. Esas economías están en manos de de una oligarquía agraria y de un empresariado no nacional sino supranacional, ligado por completo a intereses externos. El poder, en América latina, no lo tienen los gobiernos. Lo tienen los grupos económicos. De aquí que resulte gracioso (y un poco irritante tal vez) que algunos periodistas jueguen a que enfrenan al “poder” cuando critican al gobierno de turno, más aún si ese gobierno se juega en la política de derechos humanos y amenaza con algunos gestos de proteccionismo, estatalismo y distribución de la renta.
No reniego de lo que escribí en el pasado. Mi historia intelectual empieza a partir de un año que yo determino aunque haya escrito montones de páginas antes. Hay libros que forman parte de la historia de uno, ya no son uno, ya no lo representan. O por decirlo con más claridad: no representan tal vez lo que uno piensa hoy, pero represen lo que uno ha pensado y ha sido. Con todo, hay certezas del pasado que perduran. En octubre de 1972 salía el número 7 de la revista Envido, “Revista de política y ciencias sociales”, y en la tapa llevaba un título que decía: Perón vuelve. «Ustedes están locos», nos decían. A veces, en lugar de locos, nos decían en pedo. Pero era lo mismo: nosotros entendíamos. ¿Qué quería decir eso? Que nadie sabía si Perón regresaba o no. El régimen decía que no. Lanusse decía que no le daba el cuero. Nadie se jugaba por nada. Todos eran la cautela misma. Nosotros pusimos: “Perón vuelve” en la tapa, bien grande. Era una imprudencia o, sin más, una locura. En ese número de Envido salía una larga nota mía. Uno de sus títulos decía: «Los países dependientes no tienen otra posibilidad que la política” Si ustedes se bancan la palabra defenestrada por la academia de los ochenta, la palabra dependencia, les aseguro que suscribo todavía hoy esa afirmación. Y cito: «Dijimos que en los países dependientes la región política era dominante. Y esto se debe, en lo esencial, a que son países pobres, económicamente débiles. Pero no son dependientes porque son pobres, sino al revés. Y esta dependencia les ha sido impuesta por las naciones imperialistas, quienes han realizado su política de dominación con la a más poderosa de sus armas: la economía. ¿Por qué el libre comercio de Smith y Ricardo? ¿Por qué esa confianza en la mano invisible, en las leyes objetivas de los procesos? Porque ahí ganaban ellos, los dueños de la economía. Lo dice Canning cuando festeja la liberación de Hispanoamérica: «si llevamos bien los negocios es nuestra». Nada de cañonazos ni soldados, la economía se encargará de la política de dominación (…) ¿Qué les queda a los países dependientes? Solamente la política (…) Solo quienes poseen la economía pueden hacer de ella su arma de combate y confiarle sus proyectos políticos. Pero los pueblos sometidos no tienen economía, la economía los tiene a ellos»
Jamás renegaría de esa frase. La escribí hace treinta años. La encuentro saludable y útil todavía. Los pueblos sometidos no tienen economía, la economía los tiene a ellos. No es que un país pobre, un país del Tercer Mundo o un país del Mercosur no tenga economía. La tiene. Mas la economía que tiene es la economía del dominador. La economía que tiene es el instrumento por medio del cual el dominador ejerce su dominación. La economía que tienen los tiene, los sujeta, los aprisiona. La economía del dominador tiene la economía de los países subalternos. Esta tenencia se ejercita por medio del poder interno de esos países, cuyos intereses son aliados de los intereses del dominador. Los grupos más concentrados del poder de nuestro país quieren el ALCA porque quieren seguir los lineamientos que dicta la potencia hegemónica de la región que es, desde luego, Estados Unidos. ¿Qué dicen todo el tiempo? Dicen: «Libre mercado y democracia». Lo de la democracia es una farsa porque se han burlado de la democracia impunemente siempre que lo han querido hacer. Pero lo del libre mercado: abran sus puertas, déjennos entrar, es el modo en que entrarán a la supramodernidad imperial siglo XXI. Ésa es una idea del siglo XIX que costó la vida de Sucre y Bolívar y que ahora impulsa ese histriónico de Hugo Chávez, a quien ya le hicimos un golpe y no bien tengamos una brecha le haremos otro. En suma, quieren entrar con la economía porque la economía sigue siendo su principal arma de dominación. El verdadero poder de la Argentina lo sabe. Si Estados Unidos entra, entra para darles poder a ellos. Para ejercer la dominación económica vehiculizada por medio de sus socios locales, que son sus socios supranacionales, dado que no existe una «burguesía nacional». Eso murió. La globalización globaliza el poder de la economía y lo disemina por el mundo. De aquí que la consigna que comento tenga todavía fuerza de respuesta antiglobalización: queremos que nuestra economía sea nuestra.
Pero si no se afirma en una política que pueda enfrentar —en lo posible desde el Estado y la movilización de las masas, del contrapoder, de la multitud, de lo que quieran pero de alguna forma de participación popular que haga del pueblo el sujeto de la ,política— los resortes de la economía que el poder maneja ocurrirá lo que ocurrió en la década del 90. El Estado es sometido a desguace, se lo desmonta o, si quieren, se lo deconstruye (de donde vernos qué bien le viene el posmodernismo a la fragmentación que propone el mercado y a la aniquilación del Estado en tanto elemento totalizador o totalitario, marxista y dialéctico) y nada queda para enfrentar el asalto de la economía al poder. No hubo política en los noventa. La política se hizo por medio de la economía. La política la hicieron los grupos de poder. El Estado se la entregó. Las clases sociales admitieron la marginación, la exclusión de inmensos contingentes de ciudadanos y vivieron la euforia del «uno-uno». Denle un dólar barato al argentimedio y votará a Belcebú. Denle poder adquisitivo y comprará mercancías a destajo, y le vendrá el pánico porque tiene mucho y no hay Estado. Con lo cual le pedirá al Estado que le asegure lo que tiene. Pero lo que tiene lo tiene porque no hubo Estado.
LA ECONOMÍA DEL PRIMER PERONISMO
Reconozcamos al primer Perón el intento de hacer política. Fortalecimiento del Estado. El Estado se fortalece por la movilidad social de 1os migrantes. El Estado redistribuye el ingreso en beneficio de ellos. Les da sindicatos y tiene poder frente a la oligarquía. Va creando una clase burguesa industrial por medio del acceso al crédito. La pequeña industria vive del crédito y del apoyo estatal. Perón hizo lo siguiente: nacionalizó el Banco Central y los depósitos bancarios. Le dio un sentido al ahorro interno. Valía la pena ahorrar. ¿Qué era el Banco Central? Servía a los intereses de la banca particular e internacional. Controlaba los cambios y el crédito bancario y decidía la política monetaria. Esto -y he aquí lo grave- se hacía con total indiferencia por las políticas que el país debía desarrollar para su beneficio. La canalización del crédito no es económica, es ideológica . Responde a un proyecto. O yo le doy un crédito a una empresa que responde a la banca particular e internacional, o se lo doy a un agricultor, a un pequeño industrial de Avellaneda o Munro. Y a ese agricultor y a ese pequeño industrial no se le pide nada en garantía. El Estado invierte en él. No quiere ganar plata con él. Sabe que ganará soberanía.
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El Estado, entonces, tiene que jugarse por los pequeños productores, por las fábricas que surgen, por los que piden para invertir en el país y dar trabajo a su gente. Eso hizo Perón. (Si hoy no se puede hacer estamos liquidados y tal vez lo estemos.) El 25 de mayo de 1946, por decreto ley N° 8503 se nacionaliza el Banco Central. La banca privada no puedo manejar el crédito. En el Boletín Oficial del 5 de abril de ese año se dice: «El interés privado no constituye una garantía de coincidencia con las necesidades del interés general». La nacionalización de los depósitos bancarios se produce el 24 de abril de 1946. Es el decreto-ley N° 11.554.
El otro elemento fundamental de la economía del primer peronismo es el IAPI (Instituto Argentino Promotor del Intercambio). Para los antiperonistas y la propaganda de la «Libertadora», el IAPI fue una cueva de ladrones. Como si ellos no hubieran robado. Se apropiaron del país simplemente. Se lo apropiaron desde 1852 en adelante. ¿Esto significa que era de ellos? Lo construyeron de acuerdo con los intereses de Gran Bretaña y para los beneficios de la pampa húmeda, clase ociosa, improductiva, desagradable, petulante, con profesoras francesas, racista, con odio al negro y al indio, al que masacraron. ¿Quién puede dudar de que hubo corrupción en el IAPI? Los funcionarios del peronismo por primera ve/ arañaban el poder. Sabían, por la larga experiencia de los conservadores, que el poder era propiedad de quien a él llegara. Pero el sentido del IAPI igual se mantuvo. Fue la nacionalización del comercio exterior. ¡Una injuria! Le quitaron a la oligarquía de la bosta la potestad de negociar directamente con el comprador externo. El IAPI llega a cubrir el 75% do las exportaciones argentinas. Y lo que recauda no es para el agro, es para la industria. Buena parte de la historia económica de la Argentina puede explicarse por la transferencia de ganancias del agro a la industria o de la industria al agro. Veremos, con la Libertadora, al ministro de Hacienda, Eugenio Blanco, propulsar, con emoción agraria, el regreso de la industria al campo, que siempre fue el fundamento de la riqueza nacional. La patria de nuestros padres y abuelos. Los de ellos. Y unir nuestros destinos al Fondo Monetario Internacional. Gran medida de la Libertadora. Con el IAPI se derrota a los poderosos trusts cerealeros. Como Bunge y Born y Dreyfus. El IAPI deriva sus exorbitantes ganancias a los sectores de la economía que más le interesa dinamizar. Estamos siguiendo aquí un libro excepcional de un militante comunista: Juan Carlos Esteban.(1) Se trata de un libro escrito por un no peronista pero no por un gorila, ni mucho menos.
Incidencia del IAPI en las exportaciones:
99% en 1949.
70,5% en 1950.
68,6% en 1951.
60,5% en 1952.
Y 70,4% en 1953.
¿Qué sentido político tenía este proceso?
El peronismo implica una clara transferencia de recursos financieros, |técnicos y humanos, del sector agrario al sector industrial. Aplica el poder financiero del Estado a la promoción del sector industrial por dos motivos:
Primero) Porque era el sector más dinámico de la estructura económica y, en consecuencia, el que más iba a contribuir a fortalecerla y posibilitarle independencia ante cualquier avance de la oligarquía ligada al agro, la más poderosa en ese entonces, los verdaderos enemigos del peronismo.
Segundo) Porque una dinámica política de industrialización forzosamente movilizaba hacia el sector industrial a la mayoría de la población trabajadora, consiguiendo, de este modo, restarle bases de sustentación social al poder de los terratenientes. Esta política más el importante Estatuto del peón fue todo lo que se arrimó el peronismo a una reforma agraria que no hizo, que no podía hacer. Y que es un disparate teórico exigirle que la haya hecho. (Volveremos sobre esto.)
“El peón de campo (supo decir Perón) ha estado sujeto a la omnímoda voluntad del dueño del establecimiento. El patrón supo reeditar todos los privilegios del feudalismo medieval pero tuvo la habilidad de eludir los compromisos que el señor estaba obligado a guardar con sus mesnadas. La técnica industrial enseñó a nuestros feudales del siglo XX que podían servirse a su antojo del peón y su familia con sólo pagarle un salario al término de la quincena o del mes. No importaba la cuantía del salario con tal que alcanzara el límite justo que le impidiera morir de hambre”
En suma:
1º Estatuto del Peón.
2º Nacionalización bancaria.
3º IAPI.
4º Acumulación del capital en la industria.
Vienen luego los grandes renuncios que se le reprochan al peronismo.
El pedido del crédito extranjero. Para colmo, Perón, en una de esas compadradas a las que tan afecto siempre habrá de ser, había dicho que se cortaría un brazo antes de pedir un crédito al exterior. ¿Ustedes lo vieron baldado? Ni por asomo. Lo de las manos fue cuando estaba plácido en su tumba y vaya a saber qué sentido tuvo esa indudable injuria necrofílica. Pero no se cortó el brazo y pidió créditos al exterior. Se lo reclamaba el Plan Económico del 52. Que era un plan de crisis. Pero Juan Carlos Esteban —a quien aconsejo creerle más que a todos— escribe: “El crecimiento del capital extranjero en la Argentina desde 1949 a 1955 es de 282 millones de dólares, a valores corrientes, cifra exigua que no llega a representar un aumento del 20% sobre el capital existente en 1949. En general se produce este crecimiento partiendo de las grandes dificultades económicas de 1952 que paralizan las nacionalizaciones y hacen que el sector conciliador de la burguesía nacional gane posiciones en el gobierno peronista» Se sanciona entonces la maldecida —por el antiperonismo— ley N° 14.222 de radicación de capitales. Es de 1953. Si habré escuchado esgrimir esta ley como la prueba de oro del cipayismo de Perón! Como el abandono de sus banderas proteccionistas. La ley 14.222, señores: la prueba de la infamia. Veamos. La ley establece límites a la remisión de utilidades. «Por primera vez un gobierno argentino ataca justamente en sus bases a la penetración imperialista al regular y reducir la salida de utilidades. Debe quedar bien en claro que no es lo mismo la reinversión que la remesa de beneficios. Éste es el rasgo genuino, el objetivo final del capital financiero». Y cita luego un informe de la CEPAL que reprueba «los topes anuales uniformes impuestos a las repatriaciones por la ley 14.222».2 Los elementos fundamentales para la elaboración de este breve esbozo de la economía peronista están tomados de mi libro El peronismo y la primacía de la política, de 1974, y, obviamente, del libro de Juan Carlos Esteban.
(1) Juan Carlos Esteban, Imperialismo y desarrollo Económico, Editorial Palestra, Buenos Aires, 1961.
(2) Juan Carlos Esteban, ob. Cit. Pag 83. Juan Carlos Esteban, Imperialismo y desarrollo Económico, Editorial Palestra, Buenos Aires, 1961.