Contacto

Contacto : espaciocartaabiertabariloche@gmail.com

viernes, 29 de abril de 2011

"El Cambio y los Saberes Ocultos" contribución de Jorge Oscar Marticorena


El Cambio y los Saberes Ocultos

Jorge Oscar Marticorena, 25 de Abril de 2011

Me designaron para cerrar el Panel que organizó el Espacio Carta Abierta Bariloche en la Biblioteca Sarmiento el pasado 1º de Abril. Me pareció oportuno agregar, a las acostumbradas palabras de agradecimiento y despedida, un par de reflexiones a las que vengo dando vueltas hace algún tiempo, porque creo tienen mucho que ver con los temas tratados en el mismo.

La primera de estas reflexiones se refiere a lo que fue la principal preocupación de todos los panelistas: la necesidad de un cambio en la estructuración y el funcionamiento del sistema jurídico argentino.

Creo que una proporción grande de la ciudadanía percibe esta necesidad. Uno de los problemas a discutir es que no todos desearían los mismos cambios. Pero no es este el aspecto del problema al cual voy a referirme aquí. Voy a arriesgar unas opiniones sobre la forma en que se producen los cambios sociales.

Hubo una oportunidad en que, mientras trabajaba en la búsqueda de una solución a un problema bastante complicado, me surgió esta idea:

Pensar es un proceso fisiológico.

Los pensamientos aparecen y se elaboran en el cerebro. No se sabe aún en detalle cómo sucede eso, pero hay una certeza importante sobre que depende del funcionamiento de las neuronas, y que en ese funcionamiento son fundamentales los procesos biológicos. Y los procesos biológicos tienen cinéticas características que regulan la velocidad conque se producen.

Dicho en forma más simple, pensar lleva tiempo, lo cual no es ninguna novedad.

Tampoco es una novedad que comunicar a otras personas las ideas que se no ocurren lleva tiempo. Quizá no tanto el decirle a otro:

-Sabés que se me ocurrió tal y tal cosa?

Sino lograr que me preste atención, lo entienda, acceda a conversarlo y alcancemos, a través de este intercambio, a ponernos de acuerdo.

Y con esto, que no es trivial, seríamos dos los que compartimos la idea.

Puede ocurrir que el proceso termine ahí. Pero a veces lo que ha ocurrido entre dos empieza a repetirse. Cada uno de los dos iniciales habla con otros, esos otros con otros, la idea se trasmite, se trasforma, se desarrolla, se va expandiendo en un núcleo social, luego en otros, y en algunos casos se llega a elaboraciones muy complejas, de altos niveles intelectuales que, además, pueden no solo cristalizar en fenómenos intelectuales de gran aceptación, sino también en fenómenos sociales capaces de generar cambios profundos.

Pero siempre se trata de cambios que requieren tiempo, muchas veces mucho tiempo. No voy a internarme en referencias históricas que sean ejemplo de esto. Las hay, y muchas. Y hay también muchas historias de cambios muy rápidos y muy importantes que, al cabo de algún tiempo pierden vigencia o se degradan a costumbres, leyes u organizaciones que poco tienen que ver con las ideas iniciales.

Resumiendo esto a unas pocas palabras.

Es muy difícil que una ley provoque por sí sola una transformación social importante, si no surge como resultado de una transformación social previa que le sirva de sustento.

El otro tema que me ha preocupado desde hace tiempo se refiere a las posibilidades de participación popular en las decisiones políticas que en algún momento cristalizarán en leyes.

Las sociedades modernas funcionan gracias a la utilización de medios técnicamente cada vez más complejos. Los conocimientos que se requieren para tomar las decisiones necesarias para adquirir, operar, mantener y eventualmente decomisar esos medios son cada vez más complejos, y todo indica que esa complejidad seguirá aumentando. Los organismos de gobierno de estas sociedades están organizados para elegir a quienes los integran con un criterio de representatividad. Pero, en los hechos, las elecciones periódicas de nuestros sistemas políticos solo garantizan que quienes asuman las responsabilidades sean los más votados. De ahí en más, en los hechos, las decisiones las toman ellos, ayudados por todos los asesores y consultores conque, eventualmente, quieran rodearse. De esta manera, muchas, quizá la mayor parte de las leyes, se elaboran con poca o ninguna participación popular, y así sucede que muchas de ellas simplemente no se aplican, o al aplicarse generan problemas inesperados o despreciados por quienes las crearon.

En algún momento, hablando con algunos colegas de decisiones referidas a temas de política tecnológica, mencioné estas preocupaciones. La respuesta fue, para mí, decepcionante:

“¿Qué querés que opine de política tecnológica el que no entiende nada?”

No me gustó, pero reconozco que el comentario tiene cierto sentido. En muchos temas, y no solo en los tecnológicos, una comprensión detallada puede requerir no solo una buena educación de nivel secundario, sino algunos cursos de nivel universitario.

Hoy y aquí, en Argentina, la gran mayoría de la gente, el pueblo, carece de esa preparación. Es más, el conocimiento moderno tiene tal extensión y complejidad, que forzosamente su adquisición obliga a ingresar a grupos especializados, a adquirir un leguaje también especializado y a someterse a disciplinas relativamente estrictas. Es una situación que no es nueva. Ya la Academia de Atenas era una organización esotérica que obligaba, a quienes se interesaban en la filosofía, a pasar por procesos de preparación y selección.

No digo que nuestra educación no deba ser democrática, tiene que serlo, pero para lograr la calidad que el país necesita, tiene que ser exigente.

La tan necesitada, anunciada y postergada reforma de la educación llevará todavía tiempo (me remito a lo dicho antes), y sus efectos se harán evidentes luego de unos cuantos años de su puesta en marcha.

¿Entonces?

Yo creo que, mientras se produce este proceso de educación popular, hay soluciones que permitirían ganar tiempo, y que son igual de necesarias.

Los grandes problemas que afectan a las mayorías populares se originan en la aplicación de políticas que no se preocupan, en realidad, por las necesidades de esas mayorías. Y las soluciones de esos problemas son políticas.

Ya aquellos atenienses de la Academia dijeron que el hombre es un animal político. Solo se trata de tener la habilidad, la paciencia y la humildad de explicarle a la gente común, al pueblo, cuales son las políticas implícitas en las decisiones técnicas, y de qué manera esas políticas los favorecen o los perjudican.

El trabajo realizado durante la elaboración de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual es un ejemplo de lo que digo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario