... Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor ...
Movilizaciones de los estudiantes chilenos,
aporte de nuestra compañera Natalia Buch
Historia la historia una vida (Recuerdos desde 1966)
Nací en Chile porque resulta que Onganía, porque si no nacía porteña. Nunca lo había pensado de esa manera.
Así nací, entre golpes y banderas nací.
Las marchas los cantos las multitudes están en mi cuerpo, a veces escondidos entre los bastoncitos los conos de la retina, o girando en ecos entre mis caracoles, en las tripas, en mis huesitos me cansé haceme upa, ¿será?
Por eso, no olvidé jamás el toque de queda que interrumpió mis primeros amores infantiles con el “gallito” que vivía a media cuadra y que me expulsó (su madre) sin comprender la culpa (yo) a una calle desertísima a fuerza de sol rajante y silencioso, de a ratos quebrado por helicópteros -iban a La Moneda a matar, supe muchísimo después- que interrumpían con estruendo de tormenta ese silencio o ese desierto. Y los segundos las horas los años que tardé en entrar a casa a un lugar seguro.
Creo que fue apenas un ratito antes de que nos echaran, por argentinos, de casa o de un lugar seguro, sin manteles ni juguetes.
Sé que fue mi primer delito: no se podían llevar las pertenencias decían a ese lugar de refugiados -la embajada- y me aferré no obstante a cinco sellitos de animales que dejaron para siempre una especie de fascinación por los sellos y el deseo de dejar marquitas además de un temor pesadillezco a ser descubierta.
La historia cuenta que allí fue donde mi hermano grande se hizo muy grande Y que mi hermano chico vivió su primera fragilidad de la vida capaz más frágil que el parto, aterrorizado por los carabineros, que seguro –yo no lo recuerdo pero me imagino- tendrían rostros desencajados o enajenados.
No tengo recuerdos del compañero Allende aunque sé que su música creció en mi infancia, porque volvimos, porque militamos las colas para conseguir pescado (¿o era conejo?) y azúcar, porque dejamos una posible vida francesita por la calle y sus asambleas, por la pasión, por la fuerza de las ganas de todos y porque no se dejó matar.
Dolió el golpe (los golpes) estocadas en el corazón mismo de la pequeñez.
Por eso, hoy, cuando Chile despierta, me despierta infancia en ese corazón lastimado y orgulloso.
Me despierta ya adolescente puño en alto con los compañeros himno y cantando de espaldas a la embajada en Buenos Aires contra el todavía dictador.
Por eso no creo en patrias chicas sino en ese ir y venir familiar de banderas contentas, las mismas que ayer, justito, Cristina hacía flamear con Salvador, con Néstor, con nuestra Cámpora y nuestros sindicatos, con nuestros estudiantes e indignados… por eso no podía parar de llorar. Ayer.
También, en memoria de nuestros muertos.
Natalia Buch, agosto 2011