nota para Radio Nacional por Karin Richter
Cuando un fenómeno se manifiesta así, como la brutal muerte de un adolescente acontecida un 17 de junio de 2010 y se desata el posterior entramado de sucesivas respuestas de sectores de la sociedad, no podemos menos que pensar que son actuaciones extremas. Adquirieron formas tan singulares como sorprendentes, produjo agrupaciones de sectores sociales con miradas extremas, poniendo blanco sobre negro. Algo grita para poner fin a las cosas. Algo pide otras formas para todo.
Es extrema la falta de formación policial abandonados a sus recursos emocionales, a la respuesta al mando de quienes luego no asumen las responsabilidades. Extrema la falta de inserción de cientos de jóvenes que no saben qué hacer con sus destinos, que no pueden proyectarse más allá de su propio grupo, a quienes les es vedado el acceso a la ciudad por portación de conductas inapropiadas.
Es extrema la saturación de la comunidad, cada sector está harto de algo, pero carente también de soluciones por parte de los responsables políticos. Tampoco el resto de la sociedad puede generar ideas.
Extrema es la respuesta de quienes vitoreaban a la policía en la marcha de apoyo pues les hizo pensar que matar era una solución a los problemas reales: des o subocupación, infancias desprotegidas, falta de horizonte para los jóvenes, delincuencia, vulnerabilidad social y otras formas perversas que adquiere la desigualdad de acceso a toda forma de bienes. Esto fundamentalmente lo sufren en carne propia quienes las viven y en sus cercanías. Al corazón comercial de Bariloche le pega de rebote.
Extrema la conducta de quemar edificios públicos que significan, para algunos, el corazón de la ciudad, la postal del turista.
Extrema la acción política de algunos grupos que aprovechando la marcha de protesta mandaron a quebrar vidrieras de algunos comercios específicamente.
Extrema la angustia de quienes hoy, a pesar de los hechos, siguen siendo blanco de maltrato físico solo por estar, sospechados de toda sospecha, por portación de cara y portación de desocupación, de vulnerabilidad.
Extrema incluso la impunidad de quienes delinquen. Y quienes delinquen lo hacen muchas veces en los mismos sectores sociales a los que pertenecen porque saben que es zona liberada.
Es extremo el abandono y la falta de cuidado de cientos de barrios librados a sus circunstancias. Cuando la palabra no alcanza solo hay cuerpo posible: Cuerpo adolescente que se hace padre antes de tiempo, cuerpo para ser acuchillado frente a la diferencia, cuerpos violados, cuerpos robados, cuerpos en definitiva, no concebidos como personas. De hecho, el cabo que cometió el asesinato también pertenece a sectores sociales con menos recursos, también resolvió matar un cuerpo para matar un problema.
Si una sociedad se dirime en términos de desconocimiento unos de otros, en términos de luchas de poder económico, de luchas de eliminación del otro es una sociedad condenada al fracaso, que no podrá evolucionar en la solución de sus problemas. Conocemos como las formas históricas se han alternando las victorias pero la muerte de unos nunca podrá ser la solución de vida feliz de los otros, porque el dolor que se carga a las espaldas, aunque pretenda disimularse, ahogarse, vuelve a brotar en el seno mismo de la sociedad. La muerte es pérdida nunca una ganancia. Las muertes se producen en todos los bandos: gente trabajadora, gente inocente, gente que delinque, niños. Quienes piensan que no es lo mismo matar un ladrón que a un trabajador se equivoca. Se equivoca porque equivoca la solución, y equivoca la solución porque equivoca el análisis. Si grandes sectores de nuestra comunidad quedan tan librados a sus circunstancias, si se cultiva la marginalidad como un árbol que dará sus frutos, habrá vallas para las semillas y comeremos de sus frutos. No alcanzan los countrys, los barrios privados, no sirve tampoco la caridad, porque tiene dos golpes certeros- como dice Laurence Cornú- suple la falencia en forma inmediata pero le da un certero golpe a la estima por sí mismo, a la fe en su persona. La caridad le dice al otro: yo te doy porque me das pena, porque te falta pero en ese mismo acto te digo, que si “yo te tengo que dar es porque vos no sabés procurártelo por vos mismo. Sos incapaz de lograrlo, porque sos pobre”, estoy dando un mazazo a la dignidad de quien debería elegir sus destinos si hubiera sido educado, capacitado para eso. Esta también es una forma de asesinato, pero un asesinato simbólico.
Bariloche, como ciudad, debe conocerse. La calle Brown no puede delimitar un country. Se debe trabajar pensando en términos de desarrollo de recursos, debe programar la inclusión laboral, el fortalecimiento de los sectores más vulnerables, en políticas para que la infancia crezca con seguridad, cuidado y sostén, con derecho a ser potentes; debe pensar para los jóvenes y promover capacitaciones, formación y conocimiento. Otras formas de poner el cuerpo en marcha hacia la dignidad no hacia la muerte.
Bariloche necesita espacios públicos para el reconocimiento de unos con otros, para el encuentro, para la celebración de compartir un espacio geográfico, para gestar significados, para saldar deudas de acceso a la cultura, para construir formas sociales no temerosas, inclusoras y esto solo es posible cuando las distancias se hacen más pequeñas, cuando nos acercamos y reconocemos que el otro no es tan diferente a nosotros, cuando vemos cara a cara al que ha tenido menos oportunidades. La otra cara del futuro nos compromete a pensar que somos parte del desarrollo de oportunidades. Bariloche, para desarrollar comunidad, definitivamente tiene que pensar también en sus infancias
Karin Richter, DNI 12084836
Prof. en Formación Docente, psicóloga social e integrante de Carta Abierta Bariloche