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sábado, 31 de octubre de 2015
Juan Jacinto Burgos
El próximo 17 de noviembre "día del militante" haremos un homenaje a Juan Jacinto Burgos, militante barilochense de los años 70 y referente de la Regional Séptima de la Juventud Peronista.
El homenaje consistirá en la colocación de una placa en el lugar donde funcionó la Unidad Básica de la Juventud Peronista que se llamaba "Valle-Pujadas" aunando así los nombres de dos militantes peronistas que dieron su vida por la lucha popular. A los jóvenes les contamos que el General Juan José Valle fue fusilado el 12 de junio de 1956 por la autodenominada Revolución Libertadora, la que derrocó al gobierno constitucional del Gral. Perón, la de Aramburu y Rojas y Mariano Pujadas fue uno de los militantes masacrados el 22 de agosto de 1972 en Trelew.
Esta actividad es organizada por un grupo de militantes barilochenses de los años 70. Juan Jacinto Burgos fue nuestro jefe.
Aunque todavía falta más de dos semanas para el acto queremos ya comunicarlo porque estamos buscando otros compañeros que militaron también en esa época en Bariloche. Les rogamos que lo difundan entre posibles interesados. A todos los invitamos a que asistan al acto y también que nos hagan llegar sus aportes: textos, fotos, recortes periodísticos, etc. Pueden usar la dirección de contacto de este blog o alternativamente dejar su Comentario en esta publicación.
María Teresa Causa
espaciocartaabiertabariloche@gmail.com
TODOS LOS DETALLES DEL ACTO REALIZADO ESTÁN COMENTADOS EN:
http://cartaabiertabariloche.blogspot.com.ar/2015/11/dia-del-militante-en-bariloche.html
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Los años 70
La Contradicción Principal
http://www.eldiplo.org/197-lo-que-esta-en-juego/la-contradiccion-principal?token=&nID=1
Dos perspectivas de país antagónicas
La contradicción principal
Por Claudio Scaletta*
El estilo anodino de la campaña ocultó que Daniel Scioli y Mauricio Macri sostienen modelos económicos contrapuestos. El truco del discurso opositor es proponer soluciones en apariencia simples a problemas estructurales complejos.
Los resultados de las elecciones del domingo 25 de octubre fueron un balde de agua fría no sólo para una porción importante de la clase política y su constelación de consultores y encuestadores, sino también para muchos analistas de la política y la economía enfocados en pensar una realidad que quedó en stand by hasta el 22 de noviembre: cómo sería un potencial gobierno de Daniel Scioli. De pronto la realidad impuso también una duda relegada hasta entonces a los márgenes: cómo sería un potencial gobierno de Mauricio Macri. Todas las dudas existenciales, los cruces de imaginarios y de estilos, la estética Montaner, el gabinete de puros, las diferencias con la épica kirchnerista volaron hacia un futuro remoto subsumidas por la nueva urgencia de la contradicción principal. El dato descarnado del escaso margen por el que se impuso el candidato del Frente para la Victoria y las dudas que ello genera frente al balotaje elevaron al primer plano, pero esta vez de manera dramática, una dimensión que el estilo anodino y descafeinado de la campaña, sometida a la impronta afectiva de los publicistas, había logrado diluir: las rupturas y contradicciones de los procesos de desarrollo.
Falacia conceptual
Probablemente una de las principales falacias conceptuales de la reciente campaña electoral fue la idea de que todos los candidatos estaban unidos por una idea común, la del desarrollo. El tono cuidado de los contendientes, el rechazo al discurso altisonante hicieron que se esconda a los candidatos ultramontanos a ministros de Economía y que nadie levante demasiado la voz. En la recta final, con las encuestas en la mano, todos convergieron en la media.
Por debajo, sin embargo, están en pugna dos proyectos: avanzar a una etapa superior que permita retomar el crecimiento con distribución progresiva del ingreso o regresar al pasado vía el ajuste clásico con cuenta al salario de los trabajadores. No es que nadie lo haya dicho, siempre fue un dato tácito, pero el discurso estuvo concentrado en las formas. Se les dejó entrever a los trabajadores y a las clases medias que podían perder muchos de los beneficios conseguidos en la última década, se habló de logros del pasado y del nuevo rol del Estado. Sin embargo, alcanzó con que el candidato opositor simplemente negara la pérdida de esos beneficios y prometiera sostenerlos en caso de llegar al poder para que prevalezca la realidad más inmediata de una economía estancada desde 2011, con todo lo que ello significa, junto al juicio inapelable del supermercado, esa angustia de que es cada vez más alta la cuenta por la misma compra. Existe también un problema generacional: para un votante de 30 años, por ejemplo, la pavorosa crisis del fin de la convertibilidad resulta, en el mejor de los casos, un recuerdo demasiado lejano como para transformarse en amenaza.
La suma de estos datos determina que la realidad emergente de los comicios sea clara: vuelven a estar en pugna dos perspectivas de país antagónicas. No es una dicotomía de barricada ni de campaña, sino el resultado predecible de la aplicación de paquetes diferentes de política económica. Aunque por momentos resulte difícil de percibir, el actual freno de la economía se produjo porque comenzó a operar la restricción externa, y ello se combinó con un contexto internacional adverso. Es fundamental tener en cuenta que estos problemas se solucionan de una sola forma: con desarrollo, con la transformación de la estructura productiva, y no con el ajuste de algunas variables económicas que en realidad son efectos del crecimiento una vez que se alcanza la restricción externa, y no sus causas (1).
Los candidatos pueden hablar de pobreza, de inflación, de déficit, hasta de desarrollo, los problemas pueden parecer comunes, pero sus diagnósticos son absolutamente opuestos y las diferencias en materia de distribución del ingreso y relaciones internacionales, abismales.
Mientras que el oficialismo identificó a la restricción externa como problema principal –algo esencial que delata también errores propios del gobierno saliente, pues ni se previó con antelación, aunque los macroeconomistas argentinos estudian el problema desde la década del 60, ni se la administró con la mayor eficiencia una vez reaparecida–, la oposición macrista habló de efectos como la inflación o el déficit de algunas cuentas públicas, al tiempo que ocultó a las cabezas de su equipo económico ortodoxo para evitar que se conozca su verdadero plan. El gran éxito del discurso económico opositor fue mezclar consecuencias con causas. La gran diferencia para el votante no politizado es que el primer diagnóstico demanda un proceso de abstracción y el segundo es una realidad inmediata. Quizá en estas dimensiones resida el necesario reacomodamiento discursivo que deberá ensayar Daniel Scioli de cara al balotaje.
Doble ruptura
Luego está la realidad del poder. Mientras que la oposición de centroderecha ofrece soluciones en apariencia simples que apuntan a los problemas inmediatos del votante medio, el desarrollo es un proceso complejo que, para colmo, demanda fuertes rupturas. Si desarrollarse supone transformar la estructura productiva, esta transformación de la base material altera también la estructura de clases emergente. Como la estructura productiva local no es autónoma, sino que se inserta en cadenas de valor globales conducidas desde los países centrales, desde la agropecuaria a la automotriz y la energética, la estructura de clases que le corresponde se encuentra internacionalizada. La propiedad predominantemente extranjera de las principales empresas no es un dato casual. Siguiendo el clásico análisis funcional gramsciano: las clases dominantes locales funcionan como auxiliares de las hegemónicas de los países centrales.
En otras palabras, el desarrollo demanda una doble ruptura: hacia adentro, al interior de la alianza de clases hegemónicas, y hacia afuera, y como consecuencia de la ruptura anterior, en materia de alineamientos internacionales.
Se trata por lo tanto de un proceso que supone un enfrentamiento al interior de la burguesía, entre la fracción que representa a la vieja estructura productiva y la que terminará representando a la nueva, y una tensión con el orden imperial bajo la órbita de Estados Unidos y sus satélites europeos. Por diferentes motivos, no quedó claro durante la campaña si el sciolismo sería capaz de conducir estos enfrentamientos.
Camino incompleto
El kirchnerismo, a través del crecimiento conducido por la demanda, logró la expansión del Producto Interno Bruto (PIB), sentó las bases para iniciar el desarrollo y, al hacerlo, dio comienzo a estos procesos de ruptura. Lo hizo invirtiendo la secuencia lógica: primero reorientó las relaciones internacionales hacia países con economías complementarias, como las de los BRICS, especialmente con Rusia y China, y no hacia las competitivas, como Estados Unidos y Europa, que se caracterizan además por intentar imponer ciertas políticas económicas a sus aliados periféricos. Fue una secuencia un poco obligada por rupturas anteriores, como el default de la deuda pública a partir de diciembre de 2001, pero reafirmada en la Cumbre de las Américas de 2005 en Mar del Plata cuando se rechazó el ALCA, el plan de Estados Unidos para liberalizar el comercio continental y subordinar a las economías latinoamericanas.
Frente a estos procesos iniciados tempranamente, más dificultades y demoras encontró la transformación de la burguesía local, lo que explica que el kirchnerismo haya tenido que subsanar este retraso mediante el recurso del Estado como actor económico. Lo hizo a través de la recuperación de la seguridad social y de YPF, los dos casos más emblemáticos, pero también del Correo, de Aerolíneas Argentinas y, más recientemente, de los ferrocarriles.
En este marco, el sciolismo no logró transmitir que, al menos en lo económico, representa una etapa superior de este proceso. No sólo en términos de continuidad, sino de continuidad superadora. Tenía los elementos para hacerlo: había preparado un Plan de Desarrollo, condición necesaria para abordar la restricción externa, que no era una receta de generalidades para rellenar una plataforma de campaña sino un trabajo sistémico sobre las principales cadenas de valor y sectores económicos, con un libro adicional para las 38 economías regionales del país. Un programa en el que había diagnóstico, construcción de consensos con los actores involucrados y medidas para implementar a partir del 11 de diciembre. Y que no se limitaba a un esquema con mejoras ofertistas, fiscales y financieras, incluido un Banco de Desarrollo, sino que también definía una macroeconomía postkeynesiana con énfasis en el sostenimiento de la demanda agregada para mantener y expandir el volumen de actividad y permitir así la ampliación de las inversiones programadas.
Será tarea de los expertos en campañas y discursos políticos analizar por qué, contando con esta clara oferta de diagnóstico y políticas para avanzar en los problemas principales, la propuesta no fue advertida por millones de votantes, quienes en cambio optaron por el discurso desplegado por el macrismo, con eje en los aspectos más problemáticos, todos ellos reales, de la situación económica.
Algunos analistas, al mejor estilo de lo peor de la oposición, cayeron en el tópico jauretcheano del supuesto conservadurismo de las clases medias (“la gente vota mal cuando está bien”), en referencia a los trabajadores y sectores medios beneficiados por el modelo de los últimos doce años. Más efectivo sería en cambio analizar por qué falló el discurso del candidato oficialista, qué parte no se entendió. Quizás parte del problema resida en que la estrategia de campaña muchas veces tendió a mimetizarse con la oposición. Si lo que se deseaba realmente era pagarles a los fondos buitre, como afirmó el gobernador Juan Manuel Urtubey, para qué elegir a quienes les dieron batalla en vez de a quienes siempre propusieron “volver al mundo”, a las relaciones carnales con Estados Unidos y a la insuperable experiencia del FMI supervisando la política económica. Si se trata de devolverle la rentabilidad al campo eliminando retenciones y aumentando reintegros, por qué no votar directamente a quienes siempre lo propusieron. Si finalmente el impuesto a las ganancias debía revisarse, por qué no elegir a quienes siempre demandaron su eliminación. Esto no quiere decir, por supuesto, que retenciones y ganancias sean dogmas a conservar, sino que por momentos el discurso se confundió con el de la oposición en lugar de hacer el esfuerzo de transmitir el diagnóstico y las propuestas propias.
Consenso naranja
El sciolismo sí enfatizó, pero aparentemente sin obtener los resultados previstos, la capacidad de gobernabilidad sobre la base de la construcción de poder real. En este sentido, las imágenes del acto de cierre de campaña en el Luna Park fueron contundentes: sobre el escenario estuvieron presentes la mayoría de los gobernadores provinciales, incluidos algunos de terceros partidos, como los de Neuquén y Río Negro, mientras en las plateas podía verse al grueso del peronismo en sus distintas vertientes, intendentes, dirigentes empresarios y un dato elocuente: a casi todo el sindicalismo, que hasta acordó reunificarse. Se trató de una muestra de alineamientos del poder político territorial; una imagen frente a la que el macrismo, sólo capaz de convocar al entusiasmo de la gran burguesía, quedó en sensible desventaja.
Lo que Scioli mostró fue el respaldo de los principales “factores de poder”, excluido, y sólo hasta cierto punto, el mediático. También que, en la construcción del nuevo consenso naranja, se proponía convocar a los que quedaron afuera de la etapa anterior. La oferta no podrá nunca ser replicada por el macrismo, que ni en el más optimista de los escenarios contará con el apoyo mayoritario de gobernadores y sindicatos. Más difícil sería el intento de domesticar a esa Hydra llamada peronismo, el mayor aparato de poder puro y duro del país. Esta suma de factores sería seguramente el principal límite de gobernabilidad de un eventual gobierno macrista, una dimensión incómoda pero crucial de la política que podría ser aprovechada por Scioli de cara a la segunda vuelta.
1. Claudio Scaletta, “Los verdaderos nudos de la economía”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, N°195, septiembre de 2015.
* Economista y periodista.
Dos perspectivas de país antagónicas
La contradicción principal
Por Claudio Scaletta*
El estilo anodino de la campaña ocultó que Daniel Scioli y Mauricio Macri sostienen modelos económicos contrapuestos. El truco del discurso opositor es proponer soluciones en apariencia simples a problemas estructurales complejos.
Los resultados de las elecciones del domingo 25 de octubre fueron un balde de agua fría no sólo para una porción importante de la clase política y su constelación de consultores y encuestadores, sino también para muchos analistas de la política y la economía enfocados en pensar una realidad que quedó en stand by hasta el 22 de noviembre: cómo sería un potencial gobierno de Daniel Scioli. De pronto la realidad impuso también una duda relegada hasta entonces a los márgenes: cómo sería un potencial gobierno de Mauricio Macri. Todas las dudas existenciales, los cruces de imaginarios y de estilos, la estética Montaner, el gabinete de puros, las diferencias con la épica kirchnerista volaron hacia un futuro remoto subsumidas por la nueva urgencia de la contradicción principal. El dato descarnado del escaso margen por el que se impuso el candidato del Frente para la Victoria y las dudas que ello genera frente al balotaje elevaron al primer plano, pero esta vez de manera dramática, una dimensión que el estilo anodino y descafeinado de la campaña, sometida a la impronta afectiva de los publicistas, había logrado diluir: las rupturas y contradicciones de los procesos de desarrollo.
Falacia conceptual
Probablemente una de las principales falacias conceptuales de la reciente campaña electoral fue la idea de que todos los candidatos estaban unidos por una idea común, la del desarrollo. El tono cuidado de los contendientes, el rechazo al discurso altisonante hicieron que se esconda a los candidatos ultramontanos a ministros de Economía y que nadie levante demasiado la voz. En la recta final, con las encuestas en la mano, todos convergieron en la media.
Por debajo, sin embargo, están en pugna dos proyectos: avanzar a una etapa superior que permita retomar el crecimiento con distribución progresiva del ingreso o regresar al pasado vía el ajuste clásico con cuenta al salario de los trabajadores. No es que nadie lo haya dicho, siempre fue un dato tácito, pero el discurso estuvo concentrado en las formas. Se les dejó entrever a los trabajadores y a las clases medias que podían perder muchos de los beneficios conseguidos en la última década, se habló de logros del pasado y del nuevo rol del Estado. Sin embargo, alcanzó con que el candidato opositor simplemente negara la pérdida de esos beneficios y prometiera sostenerlos en caso de llegar al poder para que prevalezca la realidad más inmediata de una economía estancada desde 2011, con todo lo que ello significa, junto al juicio inapelable del supermercado, esa angustia de que es cada vez más alta la cuenta por la misma compra. Existe también un problema generacional: para un votante de 30 años, por ejemplo, la pavorosa crisis del fin de la convertibilidad resulta, en el mejor de los casos, un recuerdo demasiado lejano como para transformarse en amenaza.
La suma de estos datos determina que la realidad emergente de los comicios sea clara: vuelven a estar en pugna dos perspectivas de país antagónicas. No es una dicotomía de barricada ni de campaña, sino el resultado predecible de la aplicación de paquetes diferentes de política económica. Aunque por momentos resulte difícil de percibir, el actual freno de la economía se produjo porque comenzó a operar la restricción externa, y ello se combinó con un contexto internacional adverso. Es fundamental tener en cuenta que estos problemas se solucionan de una sola forma: con desarrollo, con la transformación de la estructura productiva, y no con el ajuste de algunas variables económicas que en realidad son efectos del crecimiento una vez que se alcanza la restricción externa, y no sus causas (1).
Los candidatos pueden hablar de pobreza, de inflación, de déficit, hasta de desarrollo, los problemas pueden parecer comunes, pero sus diagnósticos son absolutamente opuestos y las diferencias en materia de distribución del ingreso y relaciones internacionales, abismales.
Mientras que el oficialismo identificó a la restricción externa como problema principal –algo esencial que delata también errores propios del gobierno saliente, pues ni se previó con antelación, aunque los macroeconomistas argentinos estudian el problema desde la década del 60, ni se la administró con la mayor eficiencia una vez reaparecida–, la oposición macrista habló de efectos como la inflación o el déficit de algunas cuentas públicas, al tiempo que ocultó a las cabezas de su equipo económico ortodoxo para evitar que se conozca su verdadero plan. El gran éxito del discurso económico opositor fue mezclar consecuencias con causas. La gran diferencia para el votante no politizado es que el primer diagnóstico demanda un proceso de abstracción y el segundo es una realidad inmediata. Quizá en estas dimensiones resida el necesario reacomodamiento discursivo que deberá ensayar Daniel Scioli de cara al balotaje.
Doble ruptura
Luego está la realidad del poder. Mientras que la oposición de centroderecha ofrece soluciones en apariencia simples que apuntan a los problemas inmediatos del votante medio, el desarrollo es un proceso complejo que, para colmo, demanda fuertes rupturas. Si desarrollarse supone transformar la estructura productiva, esta transformación de la base material altera también la estructura de clases emergente. Como la estructura productiva local no es autónoma, sino que se inserta en cadenas de valor globales conducidas desde los países centrales, desde la agropecuaria a la automotriz y la energética, la estructura de clases que le corresponde se encuentra internacionalizada. La propiedad predominantemente extranjera de las principales empresas no es un dato casual. Siguiendo el clásico análisis funcional gramsciano: las clases dominantes locales funcionan como auxiliares de las hegemónicas de los países centrales.
En otras palabras, el desarrollo demanda una doble ruptura: hacia adentro, al interior de la alianza de clases hegemónicas, y hacia afuera, y como consecuencia de la ruptura anterior, en materia de alineamientos internacionales.
Se trata por lo tanto de un proceso que supone un enfrentamiento al interior de la burguesía, entre la fracción que representa a la vieja estructura productiva y la que terminará representando a la nueva, y una tensión con el orden imperial bajo la órbita de Estados Unidos y sus satélites europeos. Por diferentes motivos, no quedó claro durante la campaña si el sciolismo sería capaz de conducir estos enfrentamientos.
Camino incompleto
El kirchnerismo, a través del crecimiento conducido por la demanda, logró la expansión del Producto Interno Bruto (PIB), sentó las bases para iniciar el desarrollo y, al hacerlo, dio comienzo a estos procesos de ruptura. Lo hizo invirtiendo la secuencia lógica: primero reorientó las relaciones internacionales hacia países con economías complementarias, como las de los BRICS, especialmente con Rusia y China, y no hacia las competitivas, como Estados Unidos y Europa, que se caracterizan además por intentar imponer ciertas políticas económicas a sus aliados periféricos. Fue una secuencia un poco obligada por rupturas anteriores, como el default de la deuda pública a partir de diciembre de 2001, pero reafirmada en la Cumbre de las Américas de 2005 en Mar del Plata cuando se rechazó el ALCA, el plan de Estados Unidos para liberalizar el comercio continental y subordinar a las economías latinoamericanas.
Frente a estos procesos iniciados tempranamente, más dificultades y demoras encontró la transformación de la burguesía local, lo que explica que el kirchnerismo haya tenido que subsanar este retraso mediante el recurso del Estado como actor económico. Lo hizo a través de la recuperación de la seguridad social y de YPF, los dos casos más emblemáticos, pero también del Correo, de Aerolíneas Argentinas y, más recientemente, de los ferrocarriles.
En este marco, el sciolismo no logró transmitir que, al menos en lo económico, representa una etapa superior de este proceso. No sólo en términos de continuidad, sino de continuidad superadora. Tenía los elementos para hacerlo: había preparado un Plan de Desarrollo, condición necesaria para abordar la restricción externa, que no era una receta de generalidades para rellenar una plataforma de campaña sino un trabajo sistémico sobre las principales cadenas de valor y sectores económicos, con un libro adicional para las 38 economías regionales del país. Un programa en el que había diagnóstico, construcción de consensos con los actores involucrados y medidas para implementar a partir del 11 de diciembre. Y que no se limitaba a un esquema con mejoras ofertistas, fiscales y financieras, incluido un Banco de Desarrollo, sino que también definía una macroeconomía postkeynesiana con énfasis en el sostenimiento de la demanda agregada para mantener y expandir el volumen de actividad y permitir así la ampliación de las inversiones programadas.
Será tarea de los expertos en campañas y discursos políticos analizar por qué, contando con esta clara oferta de diagnóstico y políticas para avanzar en los problemas principales, la propuesta no fue advertida por millones de votantes, quienes en cambio optaron por el discurso desplegado por el macrismo, con eje en los aspectos más problemáticos, todos ellos reales, de la situación económica.
Algunos analistas, al mejor estilo de lo peor de la oposición, cayeron en el tópico jauretcheano del supuesto conservadurismo de las clases medias (“la gente vota mal cuando está bien”), en referencia a los trabajadores y sectores medios beneficiados por el modelo de los últimos doce años. Más efectivo sería en cambio analizar por qué falló el discurso del candidato oficialista, qué parte no se entendió. Quizás parte del problema resida en que la estrategia de campaña muchas veces tendió a mimetizarse con la oposición. Si lo que se deseaba realmente era pagarles a los fondos buitre, como afirmó el gobernador Juan Manuel Urtubey, para qué elegir a quienes les dieron batalla en vez de a quienes siempre propusieron “volver al mundo”, a las relaciones carnales con Estados Unidos y a la insuperable experiencia del FMI supervisando la política económica. Si se trata de devolverle la rentabilidad al campo eliminando retenciones y aumentando reintegros, por qué no votar directamente a quienes siempre lo propusieron. Si finalmente el impuesto a las ganancias debía revisarse, por qué no elegir a quienes siempre demandaron su eliminación. Esto no quiere decir, por supuesto, que retenciones y ganancias sean dogmas a conservar, sino que por momentos el discurso se confundió con el de la oposición en lugar de hacer el esfuerzo de transmitir el diagnóstico y las propuestas propias.
Consenso naranja
El sciolismo sí enfatizó, pero aparentemente sin obtener los resultados previstos, la capacidad de gobernabilidad sobre la base de la construcción de poder real. En este sentido, las imágenes del acto de cierre de campaña en el Luna Park fueron contundentes: sobre el escenario estuvieron presentes la mayoría de los gobernadores provinciales, incluidos algunos de terceros partidos, como los de Neuquén y Río Negro, mientras en las plateas podía verse al grueso del peronismo en sus distintas vertientes, intendentes, dirigentes empresarios y un dato elocuente: a casi todo el sindicalismo, que hasta acordó reunificarse. Se trató de una muestra de alineamientos del poder político territorial; una imagen frente a la que el macrismo, sólo capaz de convocar al entusiasmo de la gran burguesía, quedó en sensible desventaja.
Lo que Scioli mostró fue el respaldo de los principales “factores de poder”, excluido, y sólo hasta cierto punto, el mediático. También que, en la construcción del nuevo consenso naranja, se proponía convocar a los que quedaron afuera de la etapa anterior. La oferta no podrá nunca ser replicada por el macrismo, que ni en el más optimista de los escenarios contará con el apoyo mayoritario de gobernadores y sindicatos. Más difícil sería el intento de domesticar a esa Hydra llamada peronismo, el mayor aparato de poder puro y duro del país. Esta suma de factores sería seguramente el principal límite de gobernabilidad de un eventual gobierno macrista, una dimensión incómoda pero crucial de la política que podría ser aprovechada por Scioli de cara a la segunda vuelta.
1. Claudio Scaletta, “Los verdaderos nudos de la economía”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, N°195, septiembre de 2015.
* Economista y periodista.
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Economía y Política,
Elecciones 2015
viernes, 30 de octubre de 2015
Balotaje. Sistema Científico Nacional.
Becarios, investigadores, docentes, personal de apoyo y miembros del sistema científico nacional no queremos dar ni un paso atrás
[Dada la gran cantidad de consultas de investigadores, docentes, personal de apoyo, trabajadores administrativos y otros integrantes del CONICET, Universidades Nacionales e institutos de investigación y formación respecto al comunicado y solicitando adherir con su firma, el mismo se ha ampliado en pos de aunar voluntades en el marco del sistema universitario y científico nacional.]La presente coyuntura política, que nos coloca frente a un escenario de ballotage para elegir al futuro presidente el próximo 22 de noviembre, no nos resulta ajena. Los becarios, investigadores, trabajadores administrativos y personal de apoyo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Universidades Nacionales y otros institutos de investigación y formación abajo firmantes queremos ser parte de la discusión sobre el proyecto de país que está en juego en estas elecciones y sobre el papel de la Ciencia y Técnica en una Nación que pugna por desarrollarse. Aún con sustantivas divergencias en nuestras posturas políticas, con distintas trayectorias y presentes académicos e incluso con heterogéneas experiencias producto de nuestro despliegue en todo el territorio nacional, entendemos que el triunfo del candidato a la presidencia del frente Cambiemos, Mauricio Macri, significaría un enorme retroceso para el sostenimiento y la profundización de las políticas que hoy encarnan el CONICET y el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.
El CONICET, en tanto organismo nacional que promueve la ciencia y la tecnología en el país, otorga becas de distintas disciplinas para la realización de estudios e investigaciones científicas de doctorado y posdoctorado. En los últimos doce años, el sector de Ciencia y Tecnología fue jerarquizado: entre 2003 y 2014, tanto las becas doctorales como las posdoctorales se cuadriplicaron; en el año 2003, sólo había 2371 becarios de CONICET en todo el país. Además, en el mismo período se duplicó la cantidad de investigadores. Hoy integramos CONICET un total de 9507 becarios, 8508 investigadores, 2425 técnicos (personal de apoyo) y 1371 administrativos. Sin ir más lejos, este año se anunció la incorporación de 830 investigadores, 11% más que en el 2014. Fueron hechos significativos la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva en diciembre de 2007, el aumento del presupuesto destinado a ciencia (del 0,3 al 0,6% del PBI) y a educación (del 3,7 al 6,5% del PBI), el impulso del Programa Raíces, que significó la repatriación de 1.150 científicos argentinos, y la construcción y equipamiento de institutos de investigación (más de 35.211 m2 ya construidos). Asimismo, la existencia de un plan nacional de Ciencia y Tecnología, el plan Argentina Innovadora 2020, establece las líneas de investigación estratégica y da pautas a las políticas del sector.
Por supuesto que esto no es suficiente. Tenemos importantes desafíos por delante, que indican la necesidad de mejorar las condiciones de trabajo y remuneraciones, garantizar mecanismos de discusión paritaria y afianzar el vínculo entre el sistema científico, la educación y docencia y la esfera productiva, entre los principales. Como integrantes del sistema científico nacional pugnamos por la continuidad y profundización de las políticas que apoyan la investigación, la ciencia, la técnica y la innovación productiva en nuestro país, medidas imposibles de sostener en el marco de un modelo económico excluyente, de libre mercado y endeudamiento externo.
Ante el escenario planteado, y a sabiendas de que muchos de los destructores y privatizadores de la educación y la ciencia en nuestro país están hoy en las primeras filas del equipo de Cambiemos, nuestro posicionamiento en estas elecciones es claro: para construir un futuro mejor para los argentinos, el primer paso es no volver atrás, y Mauricio Macri es el pasado.
Argentina
28 de octubre de 2015 (primera versión, título "Becarios y becarias del CONICET no queremos dar ni un paso atrás").
29 de octubre de 2015 (segunda versión ampliada, título actual)
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Si desea adherir al presente comunicado, por favor complete los siguientes datos (al final del documento). ¡Muchas gracias!
link:
https://docs.google.com/forms/d/1ARSVOPq98I5BN192R0ZN1EuI1wCeP-3fXawYDBA-yVw/viewform?c=0&w=1
En este link podrán también consultar el listado de los cientos de firmantes de este documento.
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Elecciones 2015
El balotaje
Pedidos de Adhesión Solicitada "Scioli Presidente"
Para Adherir enviar un Mail a:
convocatoriaporlaargentina@gmail.com
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Elecciones 2015
lunes, 19 de octubre de 2015
Los 70 años de aquel 17 de octubre
Festejos en nuestro pueblo
Jornada del Día de la Lealtad del FPV
Militantes
del Frente para la Victoria celebraron, el Día de la Lealtad con una
Jornada Solidaria en la plaza del Barrio Arrayanes.
La
actividad comenzó temprano con la limpieza del lugar, luego se realizó
la construcción de una escalera de cemento que permitirá que los vecinos
crucen la plaza de una manera más segura, también preparó el terreno
para plantar árboles y rosales. Además se colocó un mástil y se izó la
bandera nacional. Bajo el mástil,los niños escribieron los nombres de
Perón y Evita, Nestor y Cristina.
De
la actividad participó el presidente de la Junta Vecinal, Máximo
Calfuquir y vecinos que se acercaron a colaborar. Los niños del barrio
ayudaron a la plantación de los árboles y disfrutaron de los juegos.
De la Jornada participaron la Agrupación Naranja, Nuevo Encuentro, Movimiento Evita, La Cámpora, Causa Nacional y Popular, La Morocha, Carta Abierta y demás militantes del campo nacional y popular.
Estuvieron presentes la intendenta María Eugenia Martini, el presidente del concejo Municipal Ramón Chiocconi, la candidata a diputada nacional Celeste Ratto, el legislador electo Jorge Vallaza y la concejal electa Ana Marks.
La jornada finalizó con una choriceada en común y la marcha peronista de fondo.
"La lealtad se milita todo los días. El Kirchnerismo es el Peronismo de hoy".
Las fotos fueron enviadas al correo de Carta Abierta, junto con la gacetilla, por Laura de la Rosa. Selección y montaje de las fotos por Carta Abierta Bariloche.
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Bariloche,
Homenaje,
Unidos y Organizados
De traiciones y sorpresas
2015 - 10 - 18
Por Claudio Scaletta
copiado de https://medium.com/ex-post
En materia de sciolismo, un riesgo que alcanzó incluso al kirchnerimo más puro y duro fue seguir la línea conspirativa de alguna prensa, una virtual paradoja para un sector político que elevó el análisis del discurso mediático prácticamente a política de Estado. Repasando muy rápidamente el relato conocido, Daniel Scioli aparecía, en el mejor de los casos, como “la gran esperanza blanca”; en el peor, como un traidor al asecho con abundante legajo menemista.
Es justo reconocer que la prosa indeterminada del candidato, rayana en el optimismo ingenuo, no ayudaba ni a la mística ni a la identificación militante. La expresión común entre los más escépticos fue durante algún tiempo “prepararse para el reflujo del campo popular”. El gran temor era que, una vez ungido como candidato, Scioli mostraría su verdadera esencia, nada menos que la construida por los medios hegemónicos: un neoliberal agazapado, condescendiente con el poder económico, que sólo toleraba al kirchnerismo como instrumento maquiavélico para el camino de su ambición política. Un neoliberal que surgiría tan pronto se sintiese libre.
Mientras este debate “extrasciolista” tenía lugar, el candidato se limitaba a recitar como un mantra sus pergaminos, esos que mostraban que, a diferencia de personajes como Julio Cobos o Sergio Massa, jamás cedió ante las tentaciones del establishment. Un poder establecido que se cansó de seducirlo y ensalzarlo para que se corte solo vía un juego de pinzas que al mismo tiempo lo acusaba de felpudo presidencial. Pero Scioli, efectivamente, nunca traicionó. Aun teniendo más espacio para hacerlo que personajes menores, pues gobierna la principal provincia del país y no le hubiese costado nada aglutinar a esa gran masa de conservadurismo popular que son los peronismos provinciales. Y más aún a sabiendas de que los grandes medios lo acompañarían en la patriada.
Pero el futuro llegó y junto con alguna sorpresa militante frente a la firmeza sciolista en la defensa de las banderas del proyecto nacional, aumentó el escepticismo mediático. La prensa sigue trajinando, sin resultados a la vista, la afirmación de que el candidato no crece en las encuestas por culpa de su kirchnerismo. No importa que ya haya designado prácticamente a la totalidad de su gabinete con un sello absolutamente propio, los columnistas avispados insisten en mostrarlo como un obediente sin personalidad. Se supone, notablemente, que el convencimiento de los indecisos llegaría abrazando la agenda opositora, sin que se entienda, al mismo tiempo, por qué en ese caso todos los indecisos no se van con la oposición.
Mientras llueven los cada vez menos convincentes ríos de tinta, Scioli se presenta en los ágapes empresarios sin ceder a los ya desesperados intentos de imposición de agenda. Más allá de los deslices de algún líbero, el mensaje del candidato no deja lugar para ambigüedades: no habrá megadevaluación, no deben esperarse shocks macroeconómicos, no habrá subordinación al poder financiero y no se cambiarán los alineamientos estratégicos de política internacional de la última década.
Scioli logró hasta el prodigio de peronizar a un viejo economista de la city como Miguel Bein, quien, en un videorreportaje concedido esta semana al diario La Nación, explicó en detalle cómo los instrumentos tradicionales más sencillos para bajar rápidamente la inflación efectivamente podrían bajarla, pero al costo de una recesión espantosa que dejaría en el subsuelo el ingreso de los trabajadores. Cuando le preguntaron por el principal problema económico de la Argentina, no dudó un segundo. No contestó “la inflación”, “el tipo de cambio”, “el déficit fiscal”, ni ninguna de las zonceras de la ortodoxia, sino que retomando la tradición de los grandes macroeconomistas locales, señalo que el verdadero problema era la restricción externa. No se trata de una cuestión semántica o de matices en el diagnóstico. Si se piensa que los problemas son los que señala la ortodoxia, no hay otra salida que el ajuste. De la restricción externa, en cambio, se sale solamente con desarrollo; con la transformación de la estructura productiva. Las diferencias, entonces, no son de discurso, son de proyecto de país. A pesar del tono monocorde de la campaña, en las próximas elecciones no están en juego los detalles, sino dos modelos antagónicos: el ajuste a cuenta del salario de los trabajadores o la salida hacia adelante: el desarrollo que permita retomar el crecimiento con inclusión. Con distintos énfasis todos los candidatos refieren semánticamente al deseo del desarrollo, los objetivos parecerían comunes, pero el destino se define en el tipo de problemas que se identifican y en cómo se superan.
Otro mito que destruyó el candidato fue el de su supuesta subordinación al poder económico. Cuando más de 1000 empresas sostienen un “coloquio”, repetitivo en sus ideas, a un costo base de 300.000 pesos por firma, no lo hacen para discutir un proyecto de país, sino para imponer su agenda de negocios. No está ni bien ni mal, es la lógica de los actores, pero en todos los procesos de desarrollo conocidos no son los negocios los que conducen al Estado, sino el Estado quien conduce los negocios. Dicho de otra manera, la agenda es impuesta por la política. Los empresarios repitieron en IDEA su tic nervioso, la idea fracasada de que todos los problemas de competitividad se solucionan bajando salarios. Por supuesto, no lo dicen con estas palabras, sino vía múltiples eufemismos. El principal: el tipo de cambio; y los subsidiarios: la lucha contra la inflación, la reducción de subsisdios y el pago sin patalear a los buitres para retomar las recetas del poder financiero.
Frente a estos reclamos, la agenda que Scioli llevó a la elite empresaria fue un rotundo “no”, especialmente a ajustar salarios vía megadevaluación. Su oferta fue acorde con el verdadero problema principal: un programa de desarrollo que, si resulta bien comprendido por quienes allí lo escuchaban, puede ser el inicio de una nueva relación ganar-ganar. Un plan que, desde otra lógica y excluidas las formas, sí representa la principal diferencia con el inmediato pasado kirchnerista.-
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jueves, 8 de octubre de 2015
Fiesta de la Palabra Bariloche 2015
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miércoles, 7 de octubre de 2015
Fiesta de la Palabra 2015
CORRECCIÓN: HORARIO 18 hs
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Carta Abierta Bariloche apoya y adhiere a la celebración de La Fiesta de la Palabra.
Nuestro espacio ha contribuido a la organización y concreción de algunos espectáculos de esta Fiesta.
Hoy queremos invitar a toda la población al recital "Canciones de aquí y ahora" a cargo de los músicos rionegrinos Anahí Peryra y Leonardo García .
Anahí Pereyra se presentó ya este año en el Auditorio de Radio Nacional en un concierto auspiciado por la Defensoría del Pueblo de nuestra ciudad.
Agradecemos la difusión de esta información.
Fiesta de la Palabra 2015 en Bariloche
En conferencia de prensa se dio a conocer el cronograma completo de este importante evento, que comienza este próximo jueves 08 hasta el 12 de octubre. Con la presencia de representantes de la comisión organizadora, integrada por más de 50 organizaciones, instituciones, escritores y libreros, fue unánime la expresión de alegría por compartir una nueva edición, que lleva ya 3 años consecutivos. Por otro lado, se remarcó la continuidad de “algo que va más allá de una gestión, y ya es propiedad de la comunidad de Bariloche”.
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